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Miami City Ballet y el entusiasmo contagioso de Justin Peck

Written By Orlando Taquechel
October 31, 2025 at 2:35 PM

Stanislav Olshanskyi (en el aire) y los bailarines de Miami City Ballet en “Heatscape”, coreografía de Justin Peck. Fotografía: cortesía de Miami City Ballet.

En 2012, el estreno mundial del ballet “Year of the Rabbit” (en español, “El Año del Conejo”), creado por Justin Peck (Washington D.C., 1987) para el New York City Ballet como su segunda obra para la compañía, fue recibido con afirmaciones hiperbólicas como “material de leyenda” y “nace una estrella”.

En 2016, Miami City Ballet (MCB) incorporó “Year of the Rabbit” a su repertorio de manera mucho más discreta, en un programa junto con “Sunset”, de Paul Taylor, y “Bourée Fantasque”, de George Balanchine, que, por razones obvias, le arrebataron una buena parte de la atención que esperaba y probablemente merecía.

Los bailarines de Miami City Ballet en “Year of the Rabbit”, coreografía de Justin Peck. Fotografía: cortesía de Miami City Ballet.

Pero quizá también fue que la propuesta de Peck, aunque despertaba curiosidad, ya no tenía el factor sorpresa que deslumbró a los neoyorquinos en 2012. 

Miami ya se sentía familiarizado con su “manera de hacer” tras haber visto otras dos obras suyas creadas para MCB por iniciativa de Lourdes López, entonces directora artística de la compañía: “Chutes and Ladders” en 2013 y “Heatscape” en 2015. 

Macarena Giménez y Chase Swatosh en “Year of the Rabbit”, coreografía de Justin Peck. Fotografía: cortesía de Miami City Ballet.

En la historia del arte, esa es una situación desventajosa que ocurre con frecuencia: la obra que sirvió para “descubrir” a un artista en su ciudad de origen llega al público de otro lugar después de que su estilo ya ha sido apreciado en obras posteriores. 

Ahora, y gracias a la presentación en orden cronológico de las tres obras antes mencionadas, resulta un poco más fácil imaginar el porqué del éxito arrollador de “Year of the Rabbit” en su estreno con el New York City Ballet.

“Peck: Miami in Motion” —el título del programa— es una refrescante oferta de entretenimiento que, al mismo tiempo, nos permite apreciar las constantes estilísticas que hacen de Peck un coreógrafo de atractivo irresistible: la elocuencia cautivadora de su trazo coreográfico, su picardía al parafrasear influencias, la búsqueda de una claridad estructural que deslumbra, su desenvoltura en el manejo de los grupos y la fluidez inefable de sus transiciones.

Alexander Peters y Ashley Knox en “Chutes and Ladders”, coreografía de Justin Peck. Fotografía: cortesía de Miami City Ballet.

Es igualmente evidente en el programa la tan comentada “democratización” de sus intenciones, que no es otra cosa que un guiño cariñoso e inofensivo a la meritocracia presente en las compañías de ballet de repertorio. En ese contexto, “Year of the Rabbit” y “Heatscape” parecen compartir la misma dedicatoria subliminal: “Para todos por igual, con cariño”.

Pero ninguna otra cualidad define a Peck como su habilidad para despertar un entusiasmo efervescente y contagioso en sus bailarines y en el público. Un entusiasmo que, en los primeros, es una motivación para la resiliencia y, en los segundos, un llamado al fervor empático.

Dawn Atkins y Stanislav Olshanskyi en “Heatscape”, coreografía de Justin Peck. Fotografía: cortesía de Miami City Ballet.

Justin Peck es el rey Midas de la danza entusiasta, y no es por casualidad que ya ha sido premiado en tres ocasiones con el prestigioso premio Tony, el equivalente del Óscar en Broadway. El más reciente —compartido con Patricia Delgado— fue por la coreografía del musical “Buena Vista Social Club”. Una mezcla de baile popular, danza afrocubana, ballet y danza moderna.

En la primera función de la temporada – la del viernes 17 de octubre en el Arsht Center- con un elenco repleto de debutantes y un cuerpo de baile arrollador, las actuaciones más impresionantes en “Year of the Rabbit” fueron la de Chase Swatosh en “Year of the Lord” (la única sección que no lleva el nombre de un animal), junto a la exquisita Macarena Giménez, y la de un alucinante Shimon Ito, en su regreso a MCB, como solista en la sección que da título a la obra.

Tras una pausa, llegó el turno del segundo ballet de la noche, “Chutes and Ladders”, un pas de deux concebido como una interpretación del hipnótico y bipolar —según el propio Peck— “Cuarteto de cuerda n.º 1 en re mayor” de Benjamin Britten.

Hannah Fischer y Cameron Catazaro en “Heatscape”, coreografía de Justin Peck. Fotografía: cortesía de Miami City Ballet.

El resultado es un sofisticado intercambio entre una pareja encantadora (Ashley Knox y Alexander Peters, que saben proyectar las virtudes del amor discreto sin importar las circunstancias) y los cuatro músicos virtuosos con los que comparten el escenario: las violinistas Mei Mei Lugot y Dina Kostic; el violista Michael O’Gieblyn y el violonchelista Ashley Garritson.

Al inicio de “Heatscape”, la obra de grupo con la que cerró el programa, los bailarines avanzan al proscenio para invitarnos a acompañarlos a Wynwood. Al final, se acercan nuevamente al proscenio con una especie de “¡Regresen, aquí los esperamos!”. Aunque puede que simplemente estén esperando al próximo visitante. El telón desciende y el público se levanta para aplaudir.  

Entre ambas escenas, hay tres movimientos: Dawn Atkins y Stanislav Olshanskyi centralizan el primero, Hannah Fisher y Cameron Catazaro el segundo y Rui Cruz, Taylor Naturkas y Satoki Habuchi, el tercero. Todos son excelentes.

No hay argumento en “Heatscape”, y sus escenas parecen ser las remembranzas de un visitante fascinado con Wynwood y sus habitantes.  La mezcla de estilos musicales (piano virtuoso, incluido) resulta perfecta como sugerencia del mundo  creativo, multicultural e inclusivo de la comunidad artística que se mueve entre las galerías y los restaurantes del área.

Los bailarines de Miami City Ballet en “Heatscape”, coreografía de Justin Peck. Fotografía: cortesía de Miami City Ballet.

Así las cosas, “Heatscape” es un deleite como ejercicio atmosférico trepidante, en el que el desempeño de los bailarines hace que las ovaciones se acumulen sin descanso.  Francisco Rennó los acompaña al piano con la maestría de siempre y, para él, los presentes tienen reservada la más estruendosa expresión de aprobación de la noche.  

“¿Quién puede pedir más?”, preguntarían los hermanos Gershwin. Pues la verdad es que nos gustaría ver una “Buena Vista Social Club Suite” en el futuro cercano de MCB; responderíamos los miamenses.

Por el momento, baste con señalar que la temporada 2025-26 de la compañía, ahora bajo la dirección artística de Gonzalo García, acaba de lograr su primer éxito.

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