Artículos En Español
Una ‘flauta mágica’ conforme a las fantasías de hoy
El imponente Andrew Potter como Sarastro en “La flauta mágica” de Mozart. Fotografía: Lewis Valdes (cortesía de la Florida Grand Opera)
Echarse al hombro la responsabilidad de resucitar, en el sentido más literal de la palabra, una compañía lírica como Florida Grand Opera (FGO) garantiza una tarea titánica. Asumido el desafío por Maria Todaro, su nueva directora general, a juzgar por el lleno total y el entusiasmo de la noche de apertura de temporada en el Arsht Center de Miami, por momentos rayano en la euforia, las señales son francamente auspiciosas.
El título inicial de la octogésima tercera temporada es “La flauta mágica”, última joya legada por Wolfgang Amadeus Mozart, que dos meses antes de partir (el 5 de diciembre de 1791, a los 35 años de edad) enseña el sinuoso camino de la oscuridad a la luz mientras revela la ambigüedad que habita en cada humano sin importar su condición.
La conocida expresión, “música que lleva al cielo porque viene del cielo” viene al caso y esa senda iluminada por una flauta que conduce a buen puerto gracias a las geniales maquinaciones de la dupla integrada por Mozart y Emanuel Schikaneder (el libretista, amigo de Mozart y dueño del teatro donde tuvo lugar su estreno el 30 de septiembre de 1791) consigue equilibrar seriedad y comicidad por partes iguales. No hay que olvidar que como actor y barítono Schikaneder, fue el primer Papageno, mitad pájaro y mitad hombre, encarnación del “hombre natural”, bajo la dirección del propio Mozart.
Auténtico “bocado de cardenal” desde el exitoso debut de su puesta en escena original, ha sido presentada desde el más estricto clasicismo al disparate total, en manos de artistas que la avasallaron mientras otros se animaron a desentrañar su críptico mensaje masónico: el triunfo de la iluminación mediante la unión de una pareja iniciada capaz de derrotar la oscuridad, léase, el orden establecido.
Quizás, junto a “Carmen”, sea la ópera que ha motivado las lecturas más diversas y polarizadas, desde aquellas firmadas por Jonathan Miller, David Mc Vicar, Johanes Schaaf, Martin Cusej a las visualmente fascinantes de Julie Taymor, David Hockney, William Kentridge y Barrie Kosky. Sin olvidar los legendarios Karl Schinkel y Marc Chagall o Ingmar Bergman y Kenneth Branagh en cine, entre otros ilustres que la abordaron.
Jeffrey Buchman, a estas alturas director en escena insigne de la escena lírica local, cuya inteligencia y astucia se han puesto a prueba en estos años de sequía presupuestaria logrando resolver admirablemente muchos títulos importantes, apostó en esta oportunidad a la frondosidad imaginativa derivada de los juegos de video.
Si hace más de una década la dirigió para FGO (vale recordar que Pamina fue una soprano cubano americana principiante llamada Lisette Oropesa, hoy una de las máximas estrellas de la lírica) para esta flamante producción totalmente local, se decidió por una propuesta novedosa y atractiva, especialmente para el público joven acostumbrado a este tipo de imágenes y a la catarata de efectos especiales que para el desprevenido o poco habituado podría conllevar el riesgo de saturación.
Decidido a contar la historia adaptándola a nuestro tiempo vertiginoso, Buchman se vale de cinco adolescentes que en un depósito abandonado se reúnen en secreto a jugar “Dungeons and Dragons”. Pero el juego se hace realidad y los absorbe, convirtiéndolos en protagonistas de la ópera. No se está frente a una versión transgresora sino una visualmente impactante a partir de una vuelta de tuerca que además añade diálogos “aggiornados” en inglés (o sea, “puestos al día”), más accesibles a la audiencia local que los originales en alemán.
Afortunadamente, Buchman no altera la esencia de la ópera aunque en instancias el mensaje pueda quedar algo diluido ante el constante asalto visual generado por el equipo creativo liderado por Stephan Moravski, Camila Haith, Robert Wierzel y Greg Emetaz, responsables de escenografía, vestuario, iluminación y videos, respectivamente. En esa imaginería desenfrenada del mundo de juego y fantasía hasta tienen cabida danzas que, coreografiadas por Rosa Mercedes, se atreven a invadir la severa comarca de los iniciados del templo de Sarastro, sumo sacerdote de Isis y Osiris. No obstante, el momento más logrado fue la desopilante irrupción de la “prole papagénica” al ritmo de diferentes géneros suscitando la mejor risa de la velada.
En el renglón musical, se tuvo un equipo joven y entusiasta que logró un rendimiento eficaz y parejo tanto vocal como actoralmente. Vale destacar la Pamina de Sarah Kennedy, el Papageno de Alex DeSocio -en instancias, demasiado inclinado a la caricatura restó algún encanto al personaje- y la joven cubana Laura León animándose con la vocalmente imposible Reina de la noche; si algo tentativa en la primer aria, salió airosa en la segunda, llevándose la ovación de la noche.
De buen porte y medios líricos, el príncipe Tamino de Ricardo García llegó algo cansado al segundo acto; por su parte, el imponente Andrew Potter exhibió material importante, es un cantante para seguir, quizás más cómodo como bajo-barítono que como el abisal Sarastro, amén de poseer las notas graves requeridas. Asimismo, hay que mencionar otros aportes valiosos como el Monostatos de David Margulies, la Papagena de Sydney Sardis, el Sacerdote de Neil Nelson y las tres excelentes damas, Avery Boettcher, Mary Burke Barber y Monique Galvão.
En el podio orquestal, la otrora radiante soprano Christine Brandes hizo su debut en calidad de directora, aportando su experiencia a un bien aceitado ensemble más allá de que en la noche inaugural pudieron advertirse algunas desconexiones entre foso y escena que fueron rápidamente subsanadas.
Desde esta perspectiva más vivaz y animada, en algún sentido más cercano a Broadway, queda atrás el solemne misticismo y la filosofía que permeó las referenciales puestas en escena derivadas de los años de posguerra, fuertemente simbólicas; un enfoque que rindió sus frutos con un público donde pudo observarse alto porcentaje de recién llegados al género.
En resumen, una apuesta singular para un clásico universal que favorece el acercamiento de nuevas audiencias a una disciplina artística tildada de anticuada y elitista. No se equivocan quienes afirman que no estamos viviendo una época de cambio, sino un cambio de época, Florida Grand Opera está haciendo su parte en demostrarlo.
FGO presentará nuevamente “La flauta mágica” el jueves 5 y el sábado 7 de diciembre (ambos días a las 7:30 p. m.) en el Au-Rene Theater del Broward Center for the Performing Arts (201 SW 5th Avenue, Fort Lauderdale), para obtener más información y adquirir boletos visite https://fgo.org/season/the-magic-flute/
ArtburstMiami.com es una fuente mediática sin fines de lucro dedicada a las artes que presenta historias frescas y originales de escritores especializados en teatro, danza, artes visuales, cine, música y más. No te pierdas ninguna historia visitando www.artburstmiami.com