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Mujeres ceramistas y la vanguardia cubana en el Frost Art Museum
“La generación perdida: mujeres ceramistas y vanguardia cubana”, al fondo, cerámica de Mariano de Rodríguez. La exposición se encuentra en el Museo de Arte Patricia & Phillip Frost de la Universidad Internacional de Florida. Foto: Michael R. López (cortesía de Museo de Arte Patricia y Phillip Frost, Miami)
“The Lost Generation: Women Ceramicists and Cuban Avan-Garde”, curada por Elizabeth Thompson Goizueta, enfoca la producción de cerámica de una década, (1949-1959), en el Taller de Cerámica de Santiago de las Vegas, propiedad del médico Juan Miguel Rodríguez de la Cruz. Este grupo de mujeres como, entre otras muchas más, Rebeca Robés Massés, Marta Arjona, María Elena Jubrías, Mirta García Buch y Amelia Peláez, comienzan a diseñar por su cuenta. “Comienzan-comenta la curadora Thompson Goizueta— a dibujar imágenes con motivos modernistas que habían aprendido en la academia de San Alejandro y otras escuelas de bellas artes”. Estas imágenes se van trasladando al lenguaje de la cerámica de forma muy original, recuperando y experimentado con toda una iconografía presente en las vanguardias cubanas de finales de la década de 1930 y principio de la década de 1940.
La exposición estará abierta al público en el Museo de Arte Patricia & Phillip Frost de la Universidad Internacional de Florida hasta el 29 de septiembre de 2024.
A finales de esa década Cuba había subido a la locomotora de la modernidad y el desarrollo social, cultural y económico avanzaba a ritmo acelerado bajo el paragua de las inversiones estadounidenses, pero también por la pujanza de la industria azucarera controlada, fundamentalmente, por las elites criollas. La búsqueda de una identidad del proyecto de modernidad cubano había emergido ya en la exposición “Pintores Modernos Cubanos” (MoMA, N.York, 1944) organizada por Alfred H. Barr, Jr, entonces director del museo y José Gómez Sicre, critico cubano artífice del boom del arte cubano y latinoamericano en el interior de las colecciones estadounidenses.
En esta muestra del MoMA participaron, entre otros, René Portocarrero, Mariano Rodríguez, Amelia Peláez, Luis Martínez Pedro. En síntesis, ofrecía una panorámica de la pintura moderna cubana con sus diversos estilos y temáticas, entremezclando lo culto y lo popular. La ciudad colonial o neo colonial, el paisaje rural, la flora y la fauna, el proceso de transculturación entre cultura española y africana, y los caracteres etnos raciales, afloran revindicados como valores de la identidad nacional.
Este grupo de artistas hombres, antes nombrados, al que se incorpora Wifredo Lam, (el gran ausente entre los 13 pintores que participaron en la exposición del MoMA), son invitados a unirse al grupo de mujeres ceramistas que trabajaba en el Taller de Cerámica de Santiago de las Vegas. Se produce, entonces, una conjunción artística muy fructífera, porque este grupo de mujeres ceramistas van a impulsar y a influenciar la experimentación de los artistas (hombres) miembros de la vanguardia. La colaboración es sumamente importante, y se intensifica entre 1949 y 1952. Esta experimentación permite a “la cerámica, que había empezado -señala Elizabeth Thompson- como una rama desconocida de las artes visuales”, explotar y se expandirse, apareciendo hasta en los edificios moderno más importantes de Cuba”. De hecho, van a tener la impronta de la cerámica en sus fachadas buena parte de la arquitectura modernista que está construyéndose en Cuba en esos momentos, sobre todo en La Habana. Hay un claro ejemplo de este nuevo fenómeno con el mural cerámico de Amelia Peláez en el Hotel Habana Libre
En “The Lost Generacion (…)” el alto nivel estético alcanzado por esta experimentación en la cerámica es muy visible a través de jarrones, tazas, jarras de agua, murales y platos provenientes, tanto de colecciones privadas, como también, de galerías de primer nivel. La muestra exhibe por primera vez un buen número de cerámica realizadas por las artistas durante la década de 1949 a 1959. El criterio curatorial de Thompson Goizueta entreteje estas obras de cerámicas realizadas con las pinturas de Amelia Peláez, la única mujer ceramista de este grupo, que tenía también una reconocida trayectoria como artista. Pero en este entrelazamiento de cerámica y pintura, entran también pinturas de los artistas hombres que habían ido a aprender cerámica al Taller de Santiago de las Vegas, como son los casos, entre otros, de Portocarrero, Lam, Martínez Pedro y Mariano.
Es sorprendente cómo “The Lost Generation. Women Ceramicists and Cuban Avan-Garde”, hace un compendio del arte de la cerámica como una nueva inscripción historiográfica de la vanguardia cubana. Ello supone abrir un campo de investigación para su estudio como un género, con mucho mérito, y con mucho valor estético. Postulando el estudio del fenómeno de la cerámica en consonancia con los alto valores artísticos, y los aportes expresivos que hace al desarrollo de la vanguardia cubana
¿Pero qué efectos produce esta conexión simbiótica propiciada por la experimentación entre mujeres ceramistas y pintores de la vanguardia invitados al Taller de Cerámica de Santiago de las Vengas? Son múltiples los efectos, llama la atención que, por ejemplo, en el caso de Portocarrero, amplia Thompson Goizueta, “la pintura se vuelve más barroca, tiene más óleo que sale del lienzo con más grosor, las telas se tornan más escultórica, y las losas se ponen casi como pinturas”. Para la curadora esa relación, ese vínculo es revelador, porque si no hubiese sido por la cerámica, la vanguardia nunca habría desarrollado su arte de la misma forma. La cerámica aporta una nueva textura a los cuadros, añade otra dimensión, la tercera dimensión del espacio y el volumen.
La exposición muestra este camino de ida y vuelta entre la cerámica y la pintura de la vanguardia. Por una parte, explica cómo la cerámica, sus concepciones espaciales, su musicalidad multicolor afectaba la creación de las pinturas protagonizadas por grandes firmas de esta vanguardia. Por otra, nos enseña cómo la poética figurativa de la vanguardia influía en la creación de la cerámica. Para Thompson Goizueta, “The Lost Generation (…)”, “demuestra esa relación, esa conexión simbiótica entre pintura y cerámica”. Por poner un ejemplo de esta relación simbiótica de la que habla la curadora, Portocarrero, no quiso tratar la cerámica con sus propuestas pictóricas de volumen, en cambio Amelia Peláez sí. Pero Portocarrero, sí comienza a usar sus manos en la cerámica, y esta práctica se traslada a la pintura. De ahí que estemos frente a una muestra que está cargada, no solamente de novedad a la hora de interpretar la vanguardia, si no que, en realidad, encontramos ante nuestros ojos un nuevo campo de investigación y una propuesta que ensancha la visión artística de la vanguardia cubana dándole un carácter más universal.
QUÉ: “The Lost Generation. Women Ceramicists and Cuban Avan-Garde”. Hasta el 29 de septiembre,
DÓNDE: The Patricia & Phillip Frost Art Museum. 10975 SW 17th St., Miami, FL 33199
CUÁNDO: Martes, 11 a.m.–5 p.m. miércoles 11 a.m.–5 p.m; jueves 11 a.m.5 p.m. Viernes 11 a.m.–5 p.m; sábado 11 a.m.–5 p.m.; domingo 11 a.m.–5 p.m.
BOLETOS: Gratis
INFORMACIÓN: (305) 348-2890 or frost.fiu.edu
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