Artículos En Español
Cien años de Abelardo Estorino, el dramaturgo que escudriñó el alma de la familia cubana.

El dramaturgo matancero Abelardo Estorino (1925-2013), autor de “El robo del cochino” y “La casa vieja”, en su natal Unión de Reyes. Fotografía: Ismael Gómez Peralta (cortesía).
Hace apenas unos días, el pasado 29 de enero, se cumplió el centenario de nacimiento del escritor matancero Abelardo Estorino, quien ha sido considerado, junto con Virgilio Piñera, uno de los más importantes dramaturgos cubanos del pasado siglo. La obra de Estorino, calificada de realismo poético en su escritura, transitó por diferentes géneros. No faltaron a su extensa producción, piezas dramáticas, comedias, obras para niños y teatro musical.
A él le debemos, igualmente, varias adaptaciones de obras clásicas del teatro –“Medea sueña Corintio” a partir de la pieza de Eurípides o una versión de “La discreta enamorada”, de Lope de Vega-; de la literatura cubana – “Las impuras”, de Miguel de Carrión –; de la narrativa latinoamericana – quizá su última pieza representada, “Ecos y murmullos de Comala”, basada en el “Pedro Páramo” de Juan Rulfo –; así como de la literatura universal – “La dama de las camelias”, de Alexandre Dumas. Todas estas adaptaciones devolvieron a los conflictos, personajes e historias de esos textos canónicos una mirada contemporánea.
Según el Archivo Digital de Teatro Cubano, la versión de la novela de Dumas pudo verse en 1980 en el Miami Dade County Auditorium (MCDA) , llevada a escena por la Sociedad Pro-Arte Grateli en una versión que hiciera Heberto Dumé, bajo la dirección de Pili de la Rosa, Demetrio Menéndez y Marta Pérez.
Temas alrededor de la familia y la identidad nacional, así como la relación con la literatura como sujeto de sus obras y como objeto de inspiración, estuvieron presentes a lo largo de su cuantiosa producción. De esto último son ejemplos, por un lado, “La dolorosa historia del amor secreto de José Jacinto Milanés” (1971), luego reducida a pequeño formato bajo el título de “Vagos rumores” (1992), en la cual el autor recorre la tormentosa relación amorosa del poeta matancero con su prima Isabel y su tensa relación política con la sociedad colonial española. Algunos estudiosos han observado en la obra la denuncia a las hostilidades que vivió el autor durante los años setenta debido a la marginalización e incomprensión.
Por otro lado, “Parece blanca” (1994), inspirada en la novela “Cecilia Valdés”, de Cirilo Villaverde, que se distingue por su interesante juego del lenguaje, de la intertextualidad y del recurso del teatro dentro del teatro, expone la necesidad de revisitar la historia con ojos críticos en temas como raza y nación, entre otros temas.

Abelardo Estorino fue un escritor de sólida y espléndida palabra. Fotografía: Ismael Gómez Peralta (cortesía).
Aunque sus primeras obras – “Un muerto en la calle” (1954) y “El peine y el espejo” (1956) – son de la década del cincuenta, fue en los años sesenta cuando se consolidó su escritura dramática junto a una generación de autores que despegaron también en el panorama teatral tanto de la isla, como del exilio y la comunidad cubanoamericana.
Luego de abandonar su profesión como estomatólogo, Estorino irrumpirá en la escena con piezas como “El robo del cochino”, “La casa vieja” y “Los mangos de Caín”. Esta última, luego de su estreno en 1965 por la también actriz Magali Alabau, entraría en la lista negra de obras censuradas en el teatro cubano. A pesar de su rotundo éxito, apenas unos días después de su debut, fue bajada de cartelera por considerarse contrarrevolucionaria. La propia Alabau la retomaría ya en su exilio en Nueva York con el Teatro Dúo donde actuaba el también dramaturgo y director Manuel Martín Jr.
Sería este director quien más tarde la llevaría a escena con la Asociación de Arte Latinoamericano (ADAL) en Nueva York. Es curioso, pero el mismo año en que en La Habana el montaje de Alabau era cancelado, en la Universidad de Nuevo León, México, subía a las tablas sin obstáculo alguno.
Casualmente, el director Alberto Sarraín, que vive en Miami y ha indagado en la obra de Abelardo Estorino durante las últimas décadas, llevando a escena títulos como “Morir del cuento” y “Parece blanca”, se sintió atraído por primera vez hacia la dramaturgia de Estorino por “Los mangos de Caín”. De ese acercamiento inicial, nació el montaje de la pieza en Venezuela en 1993. Según nos dice Sarraín, en conversación para Artburst Miami, “la obra me impactó por su cubanidad, en esencia campesina, pero trascendiendo hacia la crítica social. Lo cubano ocupaba todo el lenguaje, la acción, la forma de mirar la vida”.

Abelardo Estorino, en la sala de su casa de El Vedado, en La Habana. Fotografía: Ismael Gómez Peralta (cortesía).
Sarraín, nos ofrece también algunas claves de la obra estorineana: “Su tema por excelencia es la familia. En sus primeras obras realistas y sus piezas postreras te das cuenta de la relación cubanidad y familia.”
Esa relación se observa a través de una noción de familia extendida y, por ende, de una cubanidad que desborda lo territorial. Así lo vemos, por ejemplo, en una pieza como “El baile” (2000, Premio Hola en Nueva York), en la cual la añoranza por el pasado, en el recuerdo de un baile, de un amor de juventud, o en la reliquia de un collar de perlas, atraviesa la vida de la protagonista quien vive pendiente de noticias de su familia en el exilio. Su tiempo no se ubica ni en el presente ni en el pasado, sino en una especie de no lugar, atrapada en las reminiscencias de una felicidad lejana.
Estorino tuvo en la compañía Repertorio Español, en Nueva York, un nicho de estrecha colaboración. Fue sobre este escenario donde muchas de sus obras – “Parece blanca”, “Las penas saben nadar”, “Vagos rumores” – fueron premiadas y recibieron la ovación del público.
Para Sarraín, lo más relevante de la obra de Estorino es “el retrato de un largo período histórico de Cuba. Lo cubano en la voz, la historia de cómo fueron esos eventos y la belleza literaria de sus composiciones.”
En efecto, fue un escritor de sólida y espléndida palabra, un dramaturgo que construyó personajes complejos, de alto vuelo humanista y poético. La célebre frase de Esteban, personaje de “La casa vieja”, “Yo creo en lo que está vivo y cambia”, sigue reverberando en las tablas cubanas y desbordándose hacia otros ámbitos de la vida con la misma fuerza y claridad de la primera vez.
Abelardo Estorino murió la mañana del 22 de noviembre de 2013 en su casa de El Vedado, en La Habana, rodeado de sus libros, de las pinturas y dibujos de su compañero de la vida, el pintor Raúl Martínez, quien lo antecedió en la muerte, pero su obra sigue viva y acompañando a los cubanos en el cambio, allá y acá.
ArtburstMiami.com es una fuente mediática sin fines de lucro dedicada a las artes que presenta historias frescas y originales de escritores especializados en teatro, danza, artes visuales, cine, música y más. No te pierdas ninguna historia visitando www.artburstmiami.com