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Una insólita gala de clausura para el exitoso XXIX Festival Internacional de Ballet de Miami
Todos los artistas participantes reciben la entusiasta ovación de pie del público al finalizar la Closing Gala of the Stars del XXIX International Ballet Festival of Miami. Fotografía: Simon Soong (cortesía de Miami Hispanic Ballet / International Ballet Festival of Miami).
La edición XXIX del International Ballet Festival of Miami (IBFM), bajo la dirección artística de Eriberto Jiménez, finalizó el domingo 11 de agosto con la Gala de Clausura de las Estrellas que tuvo lugar en el Teatro Jackie Gleason de Miami Beach.
Este año, participaron artistas de once países: Brasil, Colombia, Chile, España, Francia, Inglaterra, México, República Dominicana, Serbia, Uruguay y por supuesto, Estados Unidos. Tres compañías profesionales de Miami tuvieron una presencia destacada: el Cuban Classical Ballet of Miami (CCBM), que también dirige Jiménez y estuvo en todas las funciones programadas, Arts Ballet Theatre of Florida (ABTF) y Dimensions Dance Theatre of Miami (DDTM).
En esta ocasión, los premios a la trayectoria que otorga el festival y que se presentan al inicio de sus dos últimas funciones, fueron para Valentina Kozlova (“A Life for Dance”) en la Grand Classical Gala del sábado 10 de agosto y para Perfecto Uriel (“Criticism and Culture of Ballet”), director fundador de La Casa de la Danza de Logroño (La Rioja, España) que edita la revista “Danza en Escena”, en la Closing Gala of the Stars que hoy reseñamos.
LA GALA DE CLAUSURA
El Teatro Jackie Gleason de Miami Beach fue, por años, la sede de algunas de las más espectaculares galas del festival y de varios logros enormes de CCBM, como la “Giselle” protagonizada por Alihaydee Carreño del 15 de febrero de 2007.
Festival y compañía fueron fundados por Pedro Pablo Peña (1944-2018) y son dirigidos ahora por Jiménez.
Lamentablemente, lo que fue un lugar dotado de magia para los espectáculos de ballet, con una historia de presentaciones emblemáticas que respaldan nuestra afirmación, ha sido transformado en un lugar inhóspito para un arte que demanda condiciones específicas para comunicarse a plenitud con los espectadores.
En un espectáculo de danza, todos los aspectos de su puesta en escena deben estar en función de la danza, incluyendo música y luces. Y fueron precisamente la ausencia de una adecuada iluminación y el altísimo volumen del sonido –la música muy alta es ruido – los factores que atentaron contra la eficacia comunicativa del programa presentado el domingo 11 de agosto en el coliseo Art Deco de Miami Beach, que ahora promueve su ambiente rocanrolero.
Así las cosas, lo que prometía ser una experiencia pletórica festejando el éxito innegable de sus 23 días de actividades, queda en la memoria como una insólita gala donde se vieron particularmente desairados los pas de deux clásicos – obras para dos bailarines que han sobrevivido el paso del tiempo– que constituyeron la mayor parte del programa.
Los pas de deux de repertorio son como las canciones populares de antes, cuyas letras estaban ahí para ser interpretadas por el cantante y apreciadas por el público. La música intencionalmente descriptiva creada por compositores como Tchaikovsky, Glazunov o Delibes para satisfacer las demandas de coreógrafos como Marius Petipa o Arthur Saint-Leon, está ahí para decir algo en específico y permitirnos disfrutar del trabajo de los bailarines, no para competir con ellos.
En este contexto, sólo consiguieron evitar ser consumidos por el ruido el “Manon” de los cubanos Marizé Fumero y Arionel Vargas, representando al Milwaukee Ballet, que lo lograron a fuerza de histrionismo, y el “Roxanne” de los espléndidos bailarines del National Theatre en Belgrado (Serbia) Dejana Dorcevski y Petar Dorcevski, por utilizar el estridente “Tango de Roxanne” de la película “Moulin Rouge”.
Trabajos que sobresalieron igualmente por contar con intérpretes que eran verdaderas estrellas. Una rareza en esta gala, que incluyó algunos bailarines excelentes pero muy pocas figuras verdaderamente estelares.
MUCHO RUIDO Y POCAS ESTRELLAS
De todas formas, el programa ofreció momentos muy agradables y alguna que otra actuación memorable.
Los duetos presentados por DDTM (“On the Sky”, de Ryan Jalicouer-Nye e “If” de Yanis Eric Pikieris) permitieron apreciar el desempeño prometedor de Jessica Arechavaleta y Rafael Ruiz-del-Vizo, en el primero, y de Ariel Medina, en el segundo, junto a la autoridad de la experimentada Emily Bromberg, siempre una aparición luminosa.
La otra compañía que tuvo doble representación en el programa fue CCBM, con “Raymonda” Pas de Deux, que bailaron Natalie Álvarez y Ariel Morilla, en su debut en Miami, y “La Esmeralda” Pas de Deux, con María Luisa Márquez acompañada por el avezado Ihosvany Rodríguez. Los cuatro, ilustrando con soltura la manera de hacer del estilo cubano.
La primera parte del programa cerró con los carismáticos Melissa Oliveira y Agustín Pereyra, del Ballet Nacional Sodre (Uruguay) en un “Flames of Paris” que los hizo merecedores de la primera ovación de la tarde.
“Nuestros Valses” de Vicente Nebrada -que se presentó después del intermedio- fue bailada con cariño por tres parejas de la Compañía Colombiana de Ballet que dirige José Manuel Ghiso, pero resultó ser demasiado larga para una función de este tipo. Cualquiera de sus secciones habría sido suficiente para dejar una buena impresión.
La irresoluta “Carmen” de la Compañía Nacional de Danza de España, que el programa atribuyó a Sabrina Bosco, estuvo interpretada por Elisabetta Formento y Yanier Gómez. En el delicado “Le Papillon” de ABTF se destacó Remina Tanaka. En la “Cinderella” del Pittsburgh Ballet Theatre sobresalió Hannah Carter.
Katherine Rodríguez y Emmanuel Vázquez, del Ballet de Santiago (Chile) entregaron un pas de deux del segundo acto de “El Lago de los Cisnes” emotivo y muy cuidado. Los joviales Manuela Vidal y Rodrigo Hermesmeyer, del Ballet do Theatro Municipal do Rio de Janeiro (Brasil), bailaron “Coppelia” con desenvoltura admirable.
Para el cierre, se reservó –como ya es costumbre en este evento– un pas de deux favorito del público asiduo al ballet.
En esta ocasión, la distinción y la responsabilidad le correspondió al “Diana y Acteón” de Agrippina Vaganova. Un divertimento creado en 1935 como una danza para dos amantes sin referencias a la historia original de la diosa y el cazador, que interpretaron con regocijo evidente Valeria Mariaud Rangel y Argenis Montalvo, dos avispadas primeras figuras de la Compañía Nacional de Danza de México.
A continuación, cesó por fin el ruido, los artistas participantes regresaron a escena para recibir la entusiasta ovación de pie del público, y cayó el telón. La próxima edición del festival será la número 30 y promete ser un festejo a la altura de las circunstancias.
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