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OPULENTO BANQUETE MUSICAL ROMÁNTICO EN MIAMI 

Written By Sebastián Spreng
November 21, 2023 at 5:20 PM

La Cleveland Orchestra desplegó “esplendor inédito” al unir sus fuerzas con la New World Symphony en el escenario del Arsht Center. Fotografía: Alex Markow (cortesía de Cleveland Orchestra)

Ni Pastoral, ni Patética, sino Trágica; ni Beethoven, ni Tchaikovsky, sino puro Mahler, el más conflictuado, el más confrontante, el que aparece y se revela en la Sexta Sinfonía, una de las últimas en ganar popularidad y en marcado contraste con el lirismo de la Quinta.  

En el gigantesco tapiz de sus sinfonías, la Sexta señala una suerte de mitad equidistante de la “Titán” y de las despedidas que serán la Novena, “La canción de la tierra” y el Adagio de la Décima. Muestra el encontronazo de dos mares tempestuosos, implacables, inexorables, conlleva una intensidad que no cesa, la misma de ese momento en su vida, a sus cuarenta y tres le quedaban sólo ocho por vivir. Luego de una aparente calma y sonados éxitos llegarían las tormentas que Mahler presentía, temía y quizás, bocetaba con aguda certeza. 

Cuando tuvo lugar su estreno en 1906, morirá su hijita Marie, le será diagnosticada su dolencia cardíaca y partirá de la Ópera de Viena. Un año fatídico. Por eso, si cada una de sus sinfonías es un ejercicio biográfico, esta no es la excepción, quizás la más oscura, en la que se resiste a doblegarse ante el destino. 

El “Concierto para cello” de Robert Schumann, que inició la velada de la Cleveland fue rúbrica de jerarquía para un programa de altísimo nivel. Fotografía: Alex Markow (cortesía de Cleveland Orchestra)

En esa constante tempestad, en esa pintura de la danza de la vida, tanta pertinaz insistencia incomoda, desafía al espectador aún después de ciento veinte años. Más actual que nunca, el único remanso es el maravilloso Andante con sus ominosos ecos de las “Kindertotenlieder”-compuestas en la misma época- o la evocación de “Revelge” y los espectrales guardias nocturnos, ya aparecidos en la Tercera y la Quinta. En sus frases nobles y resignadas se halla el único solaz en hora y media de confrontaciones existenciales. El último movimiento, una sinfonía en si misma, se presenta aún más combativo, rebelde, irascible, angustiante y en su resolución demorada la luz se ha extinguido.

Del igual modo, después de una lectura como la de la New World Symphony (NWS) hay que tomarse un respiro y reflexionar. Máxime cuando quien la comanda es Jukka Pekka-Saraste, un finlandés que podría recordar al holandés errante. Luciendo como un cantante wagneriano fue un capitán dirigiendo a su tropa. 

La respuesta fue colosal, el rendimiento de los jóvenes músicos frente a una partitura tan exigente realmente destacable. No hubo sección que no brillara, por eso sería injusto destacar una sobre otra y el minucioso trabajo del director pudo apreciarse no sólo en los detalles sino en mantener la tensión en todo momento.

Jukka Pekka-Saraste fue “un general dirigiendo su tropa” y la respuesta fue colosal.  Fotografía: Cortesía de New World Symphony.

Del desolador pesimismo de Mahler al inherente optimismo de Richard Strauss, ambos contemporáneos, la Cleveland Orchestra entregó una “Sinfonía Alpina” memorable en el primer concierto de su breve residencia anual.

De los terrores y abismos mahlerianos a las luminosas alturas straussianas, para vertirla con esplendor inédito la Orquesta de Cleveland unió sus fuerzas con la New World Symphony desplegando unos ciento cincuenta instrumentistas en el escenario del Adrienne Arsht Center.  Y a propósito, bien vale recordar que nueve integrantes estables de la orquesta provienen de la academia orquestal de América. De hecho, nunca tan veraz la definición “un sueño hecho realidad” del director Stéphane Denève desde el podio antes de iniciar su lectura. 

La combinación de ambas orquestas otorgó a la vasta partitura straussiana un lustre que realzó sus virtudes y disimuló sus flaquezas. La clásica sedosidad de las cuerdas de los clevelanders se vió multiplicada por los becarios de la NWS creando un torrente sonoro que invadió hasta el último rincón de la sala, proveyendo una opulencia musical que será difícil de olvidar.

Denève plasmó la pintura descriptiva que pide el compositor, cada frase fue una pincelada con la pastosidad debida, deteniéndose con evidente placer en valles, cascadas, peñascos así como cada instancia del viaje hasta llegar a la cumbre alpina y contemplar lo recorrido. Añadiéndose cada momento de la jornada, desde la noche al ocaso siguiente se tuvo un vívido retrato del paisaje bávaro tan caro a Strauss. 

Cada sección de la orquesta brilló, incluso atronó durante la tempestad desatada – incluidas máquina viento y de truenos – evidenciando el amor de Strauss por la naturaleza y los recuerdos de sus expediciones de juventud amén del tácito retrato a la obra del pintor suizo Karl Stauffer-Bern en quien se inspiró. Significativamente, Strauss la revisó después de la muerte de Mahler, y los cencerros en ésta evocan al Mahler pastoral de sus sinfonías.

Pablo Ferrández, Stéphane Denève, la Cleveland Orchestra y la New World Symphony en el Arsht Center.  Fotografía: Alex Markow (cortesía de Cleveland Orchestra)

Entre Mahler y Strauss, el “Concierto para cello “de Robert Schumann que inició la velada de la Cleveland fue rúbrica de jerarquía para un programa de altísimo nivel. A cargo de esta obra tardía que nunca fue ejecutada en vida del compositor, estuvo el notable cellista español Pablo Ferrández, una de las rutilantes jóvenes estrellas del instrumento, ganador del concurso Tchaikovsky y asiduo colaborador de la violinista Anne-Sophie Mutter. 

El madrileño residente en Berlín toca el Stradivarius “Archinto” de 1689 considerado uno de los seis mejores construídos por el legendario luthier de Cremona. Ferrández subrayó la tersura y profundidad sonora del “Archinto”, entregando una versión de corte camarístico, de soberbia introspección, explayándose en un lirismo soberano al que se unieron la mayoría de cuerdas matizadas por intervenciones de maderas y bronces. Composición poco valorada en su momento y que hoy junto al de Dvorak y Elgar integra el gran trío de los conciertos favoritos para cello fue una elección acertada para el debut miamense del joven artista que se vió beneficiado por la elegantísima dirección de Denève, cuya afinidad por el repertorio germánico merece destacarse. 

En definitiva, dos veladas de lujo que ubican a Miami en un lugar de privilegio al demostrar la perenne vigencia del gran repertorio romántico y tardío.

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