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‘Homenaje a los Álvarez Quintero’, del grupo sevillano Mundoficción reivindica la obra de dos brillantes humoristas

En “Filosofía alcohólica”, Alfonso Sánchez, director y también actor de Mundoficción hace el papel de un hombre aparentemente fracasado, que tiene más cuentas que ingresos y seis hijos que dependen de él. Fotografía: María Cancio y Manuel Naranjo (cortesía de Mundoficción).
Los amantes miamenses del buen teatro en español serán perdonados si no sabían a qué iba la obra “Homenaje a los Álvarez Quintero,” presentada el 19 al 21 de julio en el Carnival Studio Theater del Adrienne Arsht Center como parte de la 38a edición del Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami.
Aunque fueron Serafín y Joaquín Álvarez Quintero unos de los dramaturgos más célebres de su época (las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX), fuera de su España natal sus nombres han caído prácticamente en el anonimato mientras que dentro de su país sus obras costumbristas y chistosas están vistas hoy día con algo de menosprecio, tanto por los críticos como por el mundo académico.
Como los hermanos Coen del cine contemporáneo estadounidense, los hermanos Quintero se hicieron la carrera juntos desde la adolescencia y juntos forjaron un nuevo estilo de arte que resonaba muchísimo con los públicos de su era. A diferencia de los Coen, los Quintero (que los compañeros les apodaron “los hermanos Tintero” por siempre andar con las manos manchadas de tanto escribir) también vivieron juntos toda su vida y nunca dejaron de crear a dúo sus obras. Como indica el premiado documental “Sembrando sueños” (2023), creado por Mundoficción en homenaje a ellos, Joaquín y Serafín fueron “dos cuerpos y un solo escritor”.

Alberto López y Antonia Gómez, son una pareja poco probable en “Fea y con gracia”. Fotografía: María Cancio y Manuel Naranjo (cortesía de Mundoficción).
Fue el célebre autor Arturo Pérez Reverte, que aparece varias veces en el documental, quien inspiró al grupo Mundoficción rescatar del oscuro baúl del olvido las obras de estos geniales autores andaluces para que las audiencias dentro y fuera de la Madre Patria pudieran disfrutar de ellas. En las dos actuaciones que vi en el Carnival Studio Theater, los aplausos fueron fuertes, las carcajadas espontáneas y frecuentes, y el enfoque del público enteramente entregado a la acción en el escenario—parecía que nadie quería perderse ni un segundo ni una palabra de esta graciosísima actuación.
Fueron cinco sainetes los que Mundoficción había encajado para conseguir una noche excepcional de teatro cómico. Cómico, sí, pero no carente de agudas observaciones sobre la naturaleza humana que parecían tan vigentes hoy como hace cien años.
La presentación comienza sutilmente en cuanto los espectadores empiezan a entrar a buscar sus asientos. La actriz Carmen Canivell se encuentra maquillándose en un espejo en una esquina del escenario. Poco a poco los otros actores entran— Alfonso Sánchez (que también dirige la producción), Alberto López y Antonia Gómez. Se arreglan, canturrean y juntos componen la escenografía mientras conversan entre sí y—con toda naturalidad—con nosotros, los espectadores.

Con tan solo un “unibrow” rápidamente pintado con lápiz de ojos, Antonia Gómez consigue encarnar a la perfección a Pepilla la Fea, una mujer cuyo atractivo reside en su picardía y su gracia. Fotografía: María Cancio y Manuel Naranjo (cortesía de Mundoficción).
De hecho, los actores son los que entre piezas cambiarán el sencillo decorado durante toda la obra; silla, cuadro o cesta de ropa en manos, bailan unos pasitos, se toman un chupito y charlan con la audiencia mientras que lo hacen. Este “romper de la cuarta pared” resulta clave en la construcción de una pieza íntegra en que la audiencia se siente hasta parte de la acción y las barreras que normalmente existen entre actor y espectador se hacen porosas, invitándonos a entrar plenamente en un mundo física y temporalmente ajeno, pero a la vez curiosamente familiar.
Es tan natural, tan sin afectaciones, el estilo de actuación de esta compañía que fue fácil caer en el error de pensar que los artistas estuvieran en muchos momentos improvisando. Y es que el verdadero secreto del éxito de este talentoso elenco es que secreto no hay. Lo que sí hay, y con creces, es mucha preparación de estudios por parte de los cuatro (mayormente en la Escuela de Arte Dramático de Sevilla), más las horas interminables que tienen que haber gastado perfeccionando solos y en conjunto los pequeños detalles de cada momento de comicidad, de tragedia y de ternura que transmiten.

La última obra de la noche fue “Ganas de reñir”, con una mujer (Antonia Gómez) que decide no estar satisfecha hasta lograr que el novio (Alfonso Sánchez) se enfade con ella. Fotografía: María Cancio y Manuel Naranjo (cortesía de Mundoficción).
Al ver la obra una segunda vez, pude apreciar la labor y la astucia de estos actores; aparte de las improvisaciones geniales durante los cambios de escena, todo lo que hacen es fiel a los textos originales. Nada está dejada al capricho—ni el arco de una ceja, ni los segundos precisos de un silencio.
Canivell, que protagoniza el primer sainete, tiene un desmedido talento para la comedia física que recuerda al de Lucille Ball—bueno, si Lucy hubiera nacido en Sevilla en vez de Nueva York y si no se hubiera teñido el pelo de rojo. Con braceos flamencos, golpes de pie, saltitos y pequeños y evocativos gestos de los ojos, Canivell encarna a tres graciosos personajes: Carmen la Bonita, una bella y tontisima muchacha que ni cuenta se da del hombre que se empeña en conquistarla; Belén, una mujer que no quiere para novio al vecino que pretende hace tiempo conquistarla pero que sí ingenia la forma de regalárselo a su hermana; y Candelita, una costurera cuyo novio es tan torpe, pero tan torpe que no se da cuenta por más de dos años que ya la tiene conquistada.

“Sangre gorda” trata de una costurera (Carmen Canivell) y su novio, un hombre sumamente torpe (Alberto López) que, en dos años, todavía no le ha declarado su amor. Fotografía: María Cancio y Manuel Naranjo (cortesía de Mundoficción).
Por otra parte, Betty la Fea habrá tenido muchos antecedentes en el mundo del teatro, pero ninguna tan cuca como Pepilla de “Fea y con gracia”. Es impresionante el “look” que consigue la actriz Antonia Gómez con tan solo dos flores como antenas de hormiga en la cabeza y unas pinceladas entre las cejas para formar el “unibrow”. Solo escuchar el diálogo de gruñidos monosilábicos entre Carmen y ella valió el precio de la entrada, pero lo que dio más por pensar fue cómo Pepilla, con su chispa como única coraza, se defiende de un mundo hostil en el que no reina la picardía, sino la belleza. Incluso a los niños mendigos lindos les damos limosna, observa, mientras que les espantamos a los niños mendigos que son feos.
“Soy tan fea que asusto, ¿no?” le pregunta a un pretendiente borracho (Alberto López) que no vino a por ella, sino por la tonta. “¿Cree usted que he escogido esta cara?” Pero como señalan los Quintero, la belleza no dura; “la gracia” en cambio, “vive mientras viva la persona—fea, y con gracia!”.

Cartel de la obra. “Homenaje a los Álvarez Quintero” rinde homenaje a dos prolíficos y populares dramaturgos de Utrera, Serafín y Joaquín Quintero, 150 años después del nacimiento del primero. Fotografía: cortesía de Mundoficción.
Sin embargo, el eje emocional sobre el cual giran las cinco piezas ha sido un soliloquio de Alfonso Sánchez. En “Filosofía alcohólica”, hace el papel de un padre con seis hijos que dependen de él y, como muchos hoy día, con más cuentas que ingresos. Ya borracho y con cuatro tragos por delante, nos pregunta:
“¿Qué es el mundo?” Espera. No contesta nadie.
“¿Qué es la vida?”, insiste. Silencio. Deja la pausa durar. Risas nerviosas del público como única respuesta.
Concluye que la humilde vida suya, aunque repleta de golpes y fracasos, vuelve a tener sentido cuando piensa en sus crías y el amor entre él y su esposa que, a pesar de todo, ha perdurado.
Al salirse tambaleando del escenario, nos grita una respuesta a sus preguntas iniciales:
“Viva yo, viva mi Pepa, ¡y bendita sea mi madre!”.
Afortunados somos los que pudimos a través de la actuación de Mundoficción familiarizarnos con el trabajo trascendente de los hermanos Quintero. Me atrevo a decir que muchos partimos del Carnival Studio como ese padre borracho, con los pesares más livianos y el corazón más contento. Ojalá que “hoy, como ayer”, las palabras de los Quintero continúen “sembrando sueños porque nazcan flores”.
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