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‘Hamlet’, el barroco teatral y los ‘Pollocks’ escénicos de ‘Ayer Dejé de Matarme’

Written By Jose Antonio Evora
February 4, 2025 at 3:50 PM

Juan David Ferrer (Amlet) y Crhis Gómez (Ofelia) en una escena de “Ayer dejé de matarme”, la obra de Erom Jimmy basada en un texto del dramaturgo cubano Rogelio Orizondo, quien a su vez se remontaba al “Hamlet” de William Shakespeare y a “La Máquina Hamlet”, del alemán Heiner Müller. Fotografía: Julio de la Nuez (cortesía de Miami Factory Theater).

Si tuviéramos que buscar en el teatro dramático de todos los tiempos la obra maestra por excelencia, muchos coincidiremos en que se trata del “Hamlet” de William Shakespeare. Menos conocida, pero también colosal, sobre todo entre el público de países gobernados alguna vez o todavía por dictaduras comunistas, es la pieza del alemán Heiner Müller “La Máquina Hamlet” (Die Hamletmaschine, 1977), inspirada en el clásico del genio inglés.

Esos dos textos fueron los antecedentes de “Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller”, que el dramaturgo cubano Rogelio Orizondo escribió en 2009 para que cuatro estudiantes de actuación del Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana la representaran y se graduaran en la clase del profesor Mario Guerra.

Ahora, en Miami, el teatrista Erom Jimmy hizo su propia versión del texto de Orizondo bajo el título de “Ayer dejé de matarme”, y lo llevó a escena recientemente en el Sandrell Rivers Theater, como parte de la Primera Muestra Internacional del Teatro y la Dramaturgia Independientes.

Además de informar al lector, los párrafos anteriores pretenden ilustrar la cascada que surtió la obra de Jimmy. A riesgo de ser reduccionista, desde el punto de vista temático los precedentes van de la sed de venganza, la vacilación y la perplejidad ante la vida, a la ira del individuo sometido a una dictadura comunista, y después a los choques generacionales en esas mismas circunstancias políticas.

Lili Rentería asume el personaje de El Enterrador, que el autor y director de este montaje, Erom Jimmy, usó para añadir textos del “Hamlet” de Shakespeare en su versión del original de Rogelio Orizondo. Fotografía: Heidy Hidalgo (cortesía de Miami Factory Theater).

‘ABAJO LA FELICIDAD DE LA SUMISIÓN’

Lo que hizo indeleble a “Hamlet” fue el talento de Shakespeare para sondear conflictos atávicos del ser humano valiéndose de una brumosa leyenda nórdica. La importancia de “Die Hamletmaschine” se debe a la valentía de un dramaturgo que se sobrepuso al miedo para denunciar la censura y la desmoralización individual en la Alemania del Este.

“Dinamarca es una prisión, entre nosotros se alza una pared”, dice Hamlet en clara referencia al Muro de Berlín, y decapita con su hacha a tres personajes llamados Marx, Lenin y Mao; “algo está podrido en esta era de esperanza”, advierte y, al confesar que quisiera convertirse en una máquina para librarse de sus propios pensamientos y del dolor que le producen, grita “abajo la felicidad de la sumisión; vivan el odio, el desprecio, la rebelión, la muerte”.

Orizondo, según sus propias palabras, rescató cuatro personajes huérfanos de Shakespeare para convertirlos en jóvenes que se mueven en La Habana de 2009, desde la Ofelia-cantante que regresa de una gira por el Congo hasta un Laertes-atleta sumido en problemas con las drogas.

Y su Hamlet se llama Amlet, como en la leyenda escandinava.

Lester Martínez es Laertes en ‘Ayer dejé de matarme’, que tuvo tres funciones recientemente en Sandrell Rivers Theatre como parte de la Primera Muestra Internacional del Teatro y la Dramaturgia Independientes. Fotografía: Julio de la Nuez (cortesía de Miami Factory Theater).

Jimmy, que sigue usando el nombre de Amlet, quiere acercarnos ahora a “reflexiones, miedos y pasiones de los actores en el teatro” contemporáneo acá en el sur de la Florida. En entrevista con Artburst Miami, dijo haber rescatado del “Hamlet” original  algunos fragmentos donde se hacen evidentes preocupaciones de Shakespeare que, según él, coinciden con las que están afectando el teatro local hoy día: a los actores no les interesa actuar, andan entregados a otras cosas, hay escaso financiamiento para los espectáculos teatrales.

Aquí salta a la vista un problema, nacido del torbellino al que se lanza temerariamente el autor y director de esta versión: los cuatro conflictos -el del texto original de Shakespeare, el de la obra de Müller, el de la pieza de Orizondo y el suyo- no cuajan en uno solo que pueda emancipar su obra. Demasiado contenido en un solo continente. Más que verle las costuras, por ellas se insinúan o se desbordan cuatro argumentos, como si cada uno intentara apoderarse del relato escénico sometiendo a los demás.

BARROCO TEATRAL Y ‘POLLOCKS’ ESCÉNICOS

El resultado es un barroco dramático, un collage donde cada fuente busca su propia relevancia, pero no la encuentra porque en vez de una trama fluida, desemboca en una congestión argumental. Lo curioso –y aquí viene lo bueno-es que más de una vez, gracias sobre todo a un dinámico diseño de movimientos escénicos, el caos estalla en momentos brillantes, como si la saturación diera lugar a Pollocks teatrales que en vez de “action painting” hubiesen salido de un clamoroso “action acting”.

Encarnando a Bras, Kiara Lemus dice que su papel “es un poquito una transfiguración de todos los personajes”. Fotografía: Heidy Hidalgo (cortesía de Miami Factory Theater).

El disfrute es más visual que de contenido. En la entrevista para la nota que anunciaba el estreno, la explicación del actor Juan David Ferrer sobre su personaje y sobre la obra en general condujo a una palabra: “desconcierto”. Entonces era una manera de imaginar la reacción de los espectadores, solo una conjetura. Ahora, después de haberla visto, es un efecto, un resultado.

Se nota que, quizás por lo familiarizados que están con las tres fuentes del texto de Jimmy, Ferrer y los demás actores se sienten a gusto en escena. Sin embargo, lo que a ellos les da comodidad no redunda necesariamente en transparencia para el espectador. De hecho, para el público termina siendo lo contrario, porque mientras el director y los actores se mueven a sus anchas sabiendo de dónde vienen y adónde quieren ir, el espectador llega a despistarse, aún cuando preste mucha atención.

En términos de contenido, el desafío real para Erom Jimmy era simplificar, no complejizar. En cambio, parecen haber sido su pasión por el tema y su respeto a las fuentes los que le impidieron prescindir de lo prescindible y componer lo inimaginable.

Textos de Shakespeare que no aparecían en la obra de Orizondo están aquí en boca de El Enterrador, un personaje interpretado por Lili Rentería. Probablemente el más importante de todos sea: “Hay, Señor, una cría de niños, pequeños pichones, que se desgañitan con sus gritos y son aplaudidos del modo más estruendoso”.

Otro momento de la obra, con Juan David Ferrer como Amlet, que debe su nombre al rescate que hicieron Orizondo y Jimmy de la leyenda nórdica original en la cual se inspiró Shakespeare. Fotografía: Heidy Hidalgo (cortesía de Miami Factory Theater).

Ahí está el catalizador de la propuesta de Jimmy, a quien agradezco haber compartido el texto de su versión, porque esa gentileza me permitió revisar en lectura lo que creí entender en la sala. Así como el protagonista de Müller quería convertirse en máquina para librarse de sus propias frustraciones, El Enterrador es una variante del fantasma de “Hamlet”, ahora convertido en dictador al acecho (“Más sustancia y menos arte”, ordena), y aunque Amlet se presenta como el dramaturgo deseoso de castigar al público con su obra “La Ratonera”, en realidad flota como un cadáver dramático empeñado en despreciar la atención que reclama.

Al cabo, si los niños actores del teatro isabelino que Shakespeare convocaba en “Hamlet” fueron víctimas de explotación infantil, los “pequeños pichones” a quienes alude la pieza de Jimmy aquí en Miami no son menos sobrevivientes de otra tragedia, en este caso secuela de la descomposición de la sociedad cubana. La mirada crítica del autor-director genera una visión tan cuestionadora como inquietante, porque los “pichones” que Orizondo daba por aguerridos en La Habana de 2009 escaparon a este otro mundo sin devoción por el arte como lo conocíamos, pero también sin sentimientos de culpa.

Eso, por cierto, sí queda claro.

Aunque todos los actores, desde Ferrer y Rentería hasta Crhis Gómez (Ofelia), Lester Martínez (Laertes) y Kiara Lemus (Bras), hacen muy buen trabajo, valga destacar el de Gómez. Su Ofelia domina la escena y se proyecta con una fuerza tan avasalladora que llega a poner en jaque la relevancia de otros personajes.

“Más que un personaje, es una entidad que resume el mal, una abstracción de los dictadores”, nos dijo Lili Rentería de su papel como El Enterrador. Fotografía: Heidy Hidalgo (cortesía de Miami Factory Theater).

La música escogida por Jimmy parece un eco no tanto de otra forma de hacer teatro como del cine. Recuerda al director Wong Kar-wai y su capacidad para lograr que temas musicales livianos encajaran en películas espesas como “In the Mood for Love”. Canciones al estilo de “Ese que está allí”, “Adiós felicidad” y “Perdóname conciencia” halan al espectador por el cuello para que escuche, se ría unas veces, y otras dé rienda suelta a su propia vena melodramática. Y que la vestuarista salga quejándose a recoger cosas en escena porque el desorden ya es demasiado agrega un toque irónico al enfoque irreverente, pero bastaría que lo hiciera una vez.

Le viene bien al público de Miami la oportunidad de aproximarse a dramaturgos como Heiner Müller y Rogelio Orizondo por la vía del homenaje. Sería formidable que, luego de esta experiencia, Erom Jimmy se arriesgara a escribir su propia obra sobre el tema partiendo de cero.

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