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ART BASEL, ESA GRAN ILUSIÓN
“White Fog Dog”, Sean Landers, Petzel Gallery. Fotografía: Daniel Davis (cortesía)
Nativos o naturalizados, para los habitantes de Miami vivir significa habituarse a incesantes huracanes de todo tipo.
Coincidentemente, el día en que finalizó la temporada oficial de huracanes 2022 arribó otro más benigno: el huracán Art Basel y su comparsa de ferias paralelas y eventos diseminados a lo largo y ancho de una ciudad que asiste año tras año a una semana peculiar, agitada, abigarrada y que después de veinte años acusa menos sobresaltos, una cuota de entusiasmo y también un dejo de resignación. La Miami Art Week ha venido para quedarse, sacudirla y transformarla.
Así, una ciudad amenazada por el cambio climático tanto o más que otras, por unos días se convierte en la cubierta del Titanic donde se baila y festeja despreocupadamente. Lo cierto es que Art Basel Miami Beach, sucursal americana de la ilustre feria de Basilea, ha cumplido veinte años en estas costas y lo celebró con más de 200 galerías participantes y casi 80,000 visitantes, en apretados cuatro días repartiéndose entre la principal y sus satélites.
Si algunos astutos locales huyen disparando a las hordas de visitantes que tornan el tráfico imposible, la mayoría ven o asisten a este show donde nadie permanece indiferente; en este sentido, concitar el interés general y si de arte se trata es un triunfo, una ventana para huir de la rutina.
Hambrientos de sol desembarcan europeos, al igual que los que acuden de otras latitudes, para vacacionar entre arte, eventos y fiestas de todo tenor (un atractivo que puede más que lo artístico bautizado “having the fun in the sun”) y gozar a pleno una ciudad que no deja de sorprenderse ante la invasión, donde los anfitriones no siempre son los invitados.
El zoológico humano que se arremolina en el remozado, flamante Convention Center de Miami Beach y en las ferias aledañas exhibe curiosas variantes del homo sapiens, el estacionamiento ha ido de mal en peor y es un problema sin vías de solución a corto plazo, pero con todo y por ahora, Art Basel sigue haciéndose presente beneficiando a la ciudad con su flujo de buenos dividendos.
Para muchos miamenses, Art Basel supone la posibilidad de ver una exhibición monumental metamorfoseando en el museo soñado, con obras inalcanzables exhibidas en otras ciudades. No es así, el sueño debe reformatearse y enfrentar la realidad, no es otra cosa que una feria, un supermercado de lujo que exhibe la industria del arte actual al mejor postor. Del literal infomercial apuntalado por medios gráficos y visuales de todo el planeta ponderando e inflando su bonanza poco queda cuando el circo levanta carpa y el terreno queda como estaba. No obstante, los optimistas afirman que Miami se ha convertido en un escaparate multifacético cuya privilegiada situación geográfica contribuye a esta suerte de milagro.
Dicho esto, conviene entrar a la feria al igual que a una consulta médica, con lista de prioridades y plano en mano, de otro modo, nunca se ve lo que uno quiso ver y que otros le comentarán que vieron cuando ya es tarde volver. El mareado “White Fog Dog” de Sean Landers (Petzel) es el literal “perro en bote” en el que se convierte quien deambula sin rumbo fijo por los amplios stands y pasillos de la feria.
Como primera impresión, hay más pintura y sobre todo más textiles que en anteriores, es una tendencia que se afirma. La fusión entre los textiles y la pintura sorprende, hay menos instalaciones y también menos obra “importante”, en el sentido de grandes obras de clásicos consagrados. Ni las galerías Landau, ni Mary Anne Martin participaron este año, pero regresan otras como Gagosian, Pace, Hauser & Wirth, Nahmad, Malbourough y Lisson.
No faltaron celebridades millonarias como Leo DiCaprio o Martha Stewart, ni la canasta de huevos de Jeff Koons por siete millones en White Cube, ni un Basquiat por veinte, un larguísimo Keith Haring por cuatro y medio, así como un retrato de Dora Maar por Picasso a sólo once, Marc Chagall en Galeria Thomas y un inmenso Alexander Calder por siete y medio.
El bienvenido avance de la diversidad es apreciable a todo nivel, obras de Kehinde Wiley en varias galerías señalan uno de los puntales del show así como Howardena Pindell, la sutilmente provocadora Hilay Harkness, los textiles de Bisa Butler, Judy Chicago y Jonathas de Andrade con sus bañistas mutilados en la sección Meridians, son algunos de los highlights inevitables.
Más allá del frenesí que supone esta danza de millones y las excentricidades con manifiestos pretendidamente trascendentales o la ausencia de la infame banana de Cattelan este año suplantada por un cajero automático que revela cuentas de banco, hay lugar para hallazgos y joyitas, mas pequeñas en espacios más abigarrados que otros años. La presencia de Lucio Fontana, un pequeño Giorgio Morandi, Alejandro Campins en Elba Benitez, Günther Förg en Kewenig, los Twombly y una pared de Milton Avery o el Francis Bacon en Marlborough, Carmelo Arden Quin en SImoes de Assis, la notable Sur uruguaya con Gurvich, Torres Garcia, Lam, Nery, Berni y un kafkiano Xul Solar que compite con el críptico Dibujo sin título con cuatro palabras del caleño Bernardo Ortiz en Catalina Casas en misterio y revelación, nutren al más necesitado de arte.
Los nuevos espacios, colecciones y museos miamenses apuestan su artillería pesada en esta semana llámese PAMM, ICA, Bass, Rubell. Así como David Castillo y Fred Snitzer, representantes locales en la feria principal muestran la faceta local que se amplía en las otras ferias, desde Art Miami y Context a Pinta, la latinoamericana que con buen tino se mudó a Coconut Grove. En definitiva, cuatro días imposibles de abarcar y digerir (uno de ellos, es un preview solo por invitación) donde se hace presente el adagio “el que mucho abarca poco aprieta”, quizás quince serían una mejor opción, poco amortizable pero a escala humana, para aprehender y decantar lo más valioso de esta gran ilusión.
Last but not least: el impresionante montaje interdisciplinario desplegado por William Kentridge y su troupe para “The Load and the Head”, un espectáculo total que engalanó al Arsht Center y que señaló no sólo una cúspide en la Miami Art Week 2022 sino también un camino a seguir gracias a su solidez, trascendencia y clamoroso éxito de público.
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