Refugiados de la canción universal

En tiempos como estos la introspección conlleva a una suerte de desafío obligatorio. Si todo tiende a reducirse y decantar hacia lo esencial, enhorabuena entonces. Esta pandemia marca uno de esos puntos de inflexión cíclicos en los que la humanidad se ve obligada a reflexionar, a salvar lo mejor de sí misma para sobrellevar y sobrevivir las pruebas a las que se la somete. Y que mejor que la canción – el paradigmático Lied alemán – como vehículo emblemático de la inseparable asociación entre música y poesía, del espíritu de resiliencia humano y por ende, uno de sus frutos más preciosos y duraderos.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, en vista de la devastación y el lógico “borrón y cuenta nueva” imperante, el género del Lied (canción) estuvo en peligro de caer en el olvido; fue infatigable tarea noble de cantantes (y pianistas como Gerald Moore y Geoffrey Parsons) el mantenerlo a flote, reverdecerlo para las audiencias de entonces y cuya influencia señera llega impecable hasta nuestros días. Los ilustres Hans Hotter, Christa Ludwig, Elisabeth Schwarzkopf, Janet Baker, Victoria de los Angeles, Hermann Prey, Gerard Souzay y sobre todo el imprescindible barítono berlinés Dietrich Fischer Dieskau se yerguen icónicos porque sentaron las bases de interpretaciones tan rigurosas como soberbias posibilitando la permanencia de la gran tradición. En las últimas décadas, la tarea fue continuada por cantantes de todas las nacionalidades y registros vocales con el americano Thomas Hampson a la cabeza, sumándose británicos como Simon Keenlyside, Bryn Terfel e Ian Bostridge, los alemanes Christian Gerhaher y Matthias Goerne sin olvidar al renglón femenino representado por Elly Ameling, Jessye Norman, Anne Sofie von Otter, Arleen Auger, Nathalie Stutzmann y Sarah Connolly entre tantas figuras importantísimas.

Hoy el género está vivo, es la base sobre la que se sustenta la casa del canto aunque no siempre se lo mencione o anteponga debidamente. Es una disciplina musical totalmente adictiva donde aplica aquello que decía Jorge Luis Borges sobre la literatura “primero se enamora uno de una frase, luego de una página, luego del libro y al final del autor”. Nada más cierto ni profético. Y si Mozart, Haydn, Weber y Beethoven compusieron Lieder de distinción, la apoteosis estará a las puertas con el romanticismo del siglo XIX y Franz Schubert que en sus pocos 31 años de vida compondrá más de 600 canciones. La senda seguirá enriqueciéndose con Robert Schumann, Hugo Wolf, Johannes Brahms, Richard Strauss, Gustav Mahler y otros, pero la impronta del austríaco es ineludible, conforma el núcleo monolítico, el centro de un delicado sistema planetario.
La nueva generación de cantantes apela entonces al recital de canciones o Lieder como fogueo y trampolín, mientras que otros lo convierten en su fuerte. En el caso de los tenores, si el legendario – y llorado – Fritz Wunderlich (1930-1966) sentó un estándar difícil de equiparar, hoy su compatriota Jonas Kaufmann combina hábilmente sus actuaciones en ópera con recitales totalmente dedicados a Lieder. En este sentido sorprende gratamente la irrupción del joven Julian Prégardien, nacido en 1984, es hijo del famoso tenor Christoph Prégardien junto a quien entregó el pasado año un bellísimo recital titulado “Padre e hijo” (https://youtu.be/Un8Uowdfx-Q) con clásicos en la voz de dos tenores incluso a capella y con quien acaba de protagonizar una velada multimedia dedicada al género en Paris dirigida por Lars Vogt (disponible en https://www.arte.tv).

Como otros jóvenes cantantes de la generación a la que pertenece – cultos, informados, responsables, atentos y rigurosos – Julian Prégardien experimenta con diversos formatos y alternativas a fin de propagar y conquistar nuevos públicos, audiencias neófitas que literalmente “no saben lo que se están perdiendo”. Sin prisa y sin pausa, el tenor viene entregando valiosas ediciones discográficas matizadas con filmaciones de funciones, por ejemplo los ciclos completos “A la amada lejana” (https://youtu.be/lFC5MjxUOYc) de Beethoven, “Amor de poeta” de Schumann y “El canto del cisne” (https://youtu.be/_fZCNfonuzQ)  y “La bella molinera” (https://youtu.be/eMpC1gd9-So) de Schubert así como videos caseros en YouTube, de hecho en plena pandemia desde su casa cantó acompañándose al piano un delicioso recital Schubert como parte del Festival Musical de Dresde (disponible en https://youtu.be/wsEH9Jq2Xmg)

Particularmente valioso es “Schubertiade”, imitando las así llamadas célebres tertulias musicales vienesas del compositor y sus amigos, consiste en un atrevido programa donde no sólo lo acompaña el piano habitual sino transcripciones de las canciones en guitarra, flauta y viola da gamba a cargo de los eximios especialistas en práctica informada Marc Hantai, Xavier Diaz-Latorre y Philippe Pierlot. El resultado es absolutamente arrobador, intercalado con breves recitados, e improvisaciones instrumentales de Schubert y sus contemporáneos, Pregardien da en la tecla gracias a su natural abandono interpretativo entregando timbre límpido, perfecta pronunciación y una musicalidad que convence desde el vamos.

VIDEO: (cortesía de Myrios Classics)

La inspirada selección de Lieder incluye varios basados en poemas del inmenso Goethe – las “Harfenspieler” del “Wilhelm Meister”, “Schäfers Klagelied”, “Heidenröslein”, “Nachtviolen” y la primera “Wanderers Nachtlied”. La intención y atmósfera prevalente es exquisita y elegante, no hay lugar para la tragedia de siniestras aristas presentes en “Erlkönig” o “Der Zwerg”, sino para el júbilo internalizado y la serena reflexión, propone un viaje al pasado que funciona como bálsamo al impredecible presente. En esta vena, y hasta permitiéndose alguna mínima variación o embellecimiento, “Auf dem Wasser zu singen”, “Lachen und Weinen” y la célebre “Serenata” hallan en Prégardien un vehículo ideal donde el enfoque íntimo se funde con la experiencia asimilada desde la cuna y el compromiso presente para cimentar un futuro luminoso pleno de música y poesía. Un artista ejemplar, una edición para atesorar y por cierto, un enfoque digno de imitar.

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