Los cinco instrumentistas de Quinteto Astor Piazzolla. Fotografía: Mauricio Velez (cortesía del Arsht Center).

Piazzolla centenario, Piazzolla universal, Piazzolla celebrado y conmemorado en este año a través de incontables conciertos y eventos en todo el mundo. El original, el procesado, el multiplicado, el adaptado, en definitiva, Piazzolla para todos los gustos sea en solitario, de cámara o sinfónico.

Para quien esto escribe, Piazzolla habita en un nivel a estas alturas imaginario, compartiendo con Borges su definición “A mi se me hace cuento que nació Buenos Aires, la juzgo tan eterna como el agua y el aire”.  Porque como la “Fundación Mítica” del poeta, el Buenos Aires de Piazzolla nunca empieza ni termina, es atemporal, virtud lograda gracias a que “pintó su aldea” como ningún otro. Esa ciudad a la que como nadie definió y retrató en su última mitad del siglo XX, de la que captó su color, su olor, sus alegrías, miserias y nostalgias.

El Buenos Aires de Piazzolla podría evocar al inconfundible Berlin de Kurt Weill, quizás al Harlem de Duke Ellington, pintado a ritmo frenético y adagios sentimentales, con embestidas a la Bartok, cortes stravinskianos y la impronta dejada por sus maestros Alberto Ginastera y Nadia Boulanger que lo instó a ser el mismo. Primero combatido por la tradición mas rancia, suerte de paria al costado de esa tradición, supo combinarla y a la postre evolucionar y heredar a aquellos que lo combatieron. El Nuevo Tango mereció llevar ese nombre.

En medio de tanta celebración, la actuación del Quinteto Astor Piazzolla en el Adrienne Arsht Center de Miami sentó un precedente de autenticidad incontestable. El grupo creado por Laura Escalada, su viuda, en 1998 para promover y difundir la obra del maestro conlleva un sello de nobleza que fue apreciado y aplaudido por la audiencia local.

Aquí no hubo desbordes, ni un posible aroma “for-export”, ni nada que se le parezca, sino la constatación del rigor mas absoluto adherente al repertorio clásico del compositor. Sin pausas ni interrupciones, los cinco instrumentistas regalaron ochenta minutos de puro Piazzolla, concentrado y esencial en manos expertas, capitaneados por el eximio Pablo Mainetti (bandoneón) con Barbara Varassi Pega (piano), Serdar Geldymuradov (violín), Daniel Falasca (contrabajo) y Armando de la Vega (guitarra eléctrica) bajo la dirección musical del flautista y compositor Julián Vat.

El Quinteto – ganador del Grammy latino 2019 – equipara al original creado por Astor en 1960 en reemplazo del famoso octeto y que retomara a fines de la década del 70 a su regreso de Europa convirtiéndolo en su vehículo de expresión por excelencia, emblemático del “Nuevo Tango” hasta su disolución en 1988.

El programa combinó clásicos esenciales con obras menos conocidas así como lo académico con lo más popular, evocando aires de jazz, las interpretaciones del quinteto – por otra parte formación típica de aquel género – permitiéndose bienvenidos toques de improvisación. En suma, el quinteto no necesitó de una gran orquesta, lo fue.

A “Operation Tango” se sumó “Biyuya” que abrió la noche seguida por “Tres minutos con la realidad” y un evocativo “Soledad”. No faltaron ni el Verano ni el Invierno porteños, pinturas precisas de esa metrópolis al final del mundo, ni “Fuga y Misterio” con su Bach sugerido perdiéndose en el gris porteño. Una enfática “Milonga del Ángel” precedió al incomparable “Adiós Nonino” -excelente Varassi Pega permitiendo desplegar al bandoneonista el cenit de la velada- y la final “La Muerte del Ángel”, verdadero testamento del compositor que cerró una noche de simplicidad y emoción contenidas, acorde con la nostalgia que como ninguna otra inspira esta música, música de Buenos Aires, nuevo tango que supo heredar al primero gracias al talento del ya centenario Astor.

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