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SERAPHIC FIRE… ‘QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA’

Written By Sebastián Spreng
May 4, 2023 at 12:52 PM

El guitarrista Alvaro Bermúdez y Seraphic Fire. Fotografia: Naples Creative (cortesía de Seraphic Fire)

A juzgar por los resultados es evidente que Seraphic Fire (SF) contradice aquella frase del tango “que veinte años no es nada” porque en su caso es exactamente lo contrario, mucho pasado y mucho sucediendo. Y para corroborarlo el grupo creado por Patrick Dupré Quigley celebró su vigésimo aniversario con un lleno total en la Church of the Little Flower en Coral Gables ofreciendo un programa que abarcó hitos de su trayectoria en nuestro medio, ya un bien merecido clásico de Miami.

SF presentó un programa mucho más extenso que los acostumbrados y una apuesta al repertorio contemporáneo que no deja de ser tan arriesgada como venturosa y que fue enmarcada por dos clásicos de los que el grupo coral es eximio representante. Una velada que se atrevió a presentar tres estrenos mundiales y una recopilación de su primer encargo en 2005, cuatro composiciones dirigidas a demostrar la amplitud de criterios y su abrazo a la diversidad y además, con los compositores presentes.

Acompañados por coros de la Universidad de Miami y de la Universidad de Los Angeles sumando cuarenta voces, el grupo inició el concierto apropiadamente titulado “First/Last” exactamente como lo hizo veinte años atrás con la “Invocation” de William Billings, emocionante delicia del considerado primer compositor profesional estadounidense que tan buena ventura les ha brindado y de donde proviene su nombre “Majestic God our muse inspire and fill us with seraphic fire”.

Precisamente, ese “fuego seráfico” iluminó el estreno mundial de “Douce Esperance” del compositor haitiano Sydney Guillaume que musicalizó su propio texto en creole para un mural cromático musical con ribetes de folklore dando al final lucimiento a la soprano Gitanjali Mathur, una obra corta que llegó como atinada preparación para lo que vendría: “The Road from Hiroshima: A Requiem”.

Uno de los indiscutibles cenit de la velada, estos “highlights” del primer encargo de Seraphic Fire en el año 2005 firmado por Shawn Crouch adquirió tan innegable como preocupante vigencia ante la constante, replanteada amenaza nuclear. El espeluznante texto de Marc Kaminsky se vio atenuado por extractos de la misa en latín que actúa, dentro de lo posible, como bálsamo contemporizador.

El rasgo que más vuelve a impactar del requiem de Crouch es la extraordinaria asimilación del espíritu oriental reflejada en una exquisitez sonora de sutilezas apenas perceptibles que no obstante parecerían marcar a fuego la composición. De helada intensidad y veladuras sonoras transparentes, evoca las imágenes parpadeantes y descarnadas del mejor Akira Kurosawa en ese sendero de horrores hacia la ciudad devastada por la bomba atómica. En esta obra donde confluyen la furia y el desasosiego a cargo del coro y algunas voces en intervenciones memorables, se destacó el imponente bajo Enrico Lagasca así como las sopranos Elisse Albian, Rebecca Myers, Molly Quinn y Robyn Lamp, acompañadas por el siempre acertado James K.Bass.

Seraphic Fire en la Iglesia de la Pequeña Flor en Coral Gables. Fotografía: Seraphic Fire (cortesía)

Después del intervalo, la segunda parte no fue fácil de remontar ante la impronta dejada por este desolador requiem. Con “To Dream Again” de David Vess sobre un texto de “Noche de Reyes” de Shakespeare y “Beloved of the Sky” de Tawnie Olson se tuvieron otros dos estrenos mundiales de características bien definidas. En el primero, la irrupción de un coral de acerados contornos dignos de nuestro tiempo; el segundo conformado por cinco movimientos sobre textos de la pintora Emily Carr es una interesante, si bien una propuesta compleja a nivel puramente coral, digresión sobre el quehacer visual.

Las “Danzas del Silencio” de Alvaro Bermúdez llegaron como brisa refrescante sobre los jugosos textos del poeta antioqueño Oscar Hernández Monsalve (1925-2017). “La Palabra Mía”, “El Nombre Viento” y “Música” signaron tres instancias de fascinantes contrastes donde a la par del coro fue protagonista el comentario bachiano de la guitarra por el mismísimo compositor. Una obra justamente esperada que merecía su demorado estreno.

Un sabio retorno a las fuentes funcionó como espléndido broche final, nada menos que el celebérrimo motete “Spem in alium” de Thomas Tallis con las cuarenta voces, de hecho ocho coros para cinco voces respectivamente, rodeando al público para crear una experiencia sonora de ribetes tan alucinantes como “modernos” que transportó a la audiencia al período isabelino y a la fuente esencial de la música toda.

Así, bajo la atentísima dirección de su creador Patrick Dupré Quigley, Seraphic Fire unió el principio con el fin, el pasado con el presente avizorando un futuro aún más promisorio como referente coral del sur de la Florida. Definitivamente, parece “que veinte años no es nada” pero han brindado mucho. Enhorabuena.

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