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“Raíz de 4” hace de lo básico un banquete
De raíces fuertes viene el buen fruto. Por eso el sábado pasado el público presente en el Miami-Dade County Auditorium pudo disfrutar de las delicias del flamenco cultivado por “Raíz de 4”, un montaje auspiciado por la Fundación Casa Patas y concebido por un grupo de bailaores y músicos procedentes de Madrid que fue presentado en nuestra ciudad por FUNDarte.
La dirección de la puesta en escena es de los coreógrafos e intérpretes Rafael Peral y Marisa Adame, apoyados por la dirección musical del guitarrista José Almarcha, también un intérprete magistral. Los tres compartieron el escenario con la percusión de Epi Pacheco y las voces de los cantaores Trini de la Isla y José del Calli.
“Raíz de 4” se asienta sobre lo auténtico de su tradición artística y de esa forma contrarresta una cierta corriente en el espectáculo actual que desemboca en producciones rimbombantes, sobre todo notoria cuando se trata de una base folclórica como la del flamenco.
Muy lejos de Las Vegas pero fiel al tablao, “Raíz de 4” hace de lo básico un banquete y es una representación sin intermedio que transita con fluidez por un paisaje en parte austero pero también resplandeciente. En los siete números que la integran se presentaron conocidos palos flamencos y la luminosidad la suministraron Peral y Adame con su baile, de técnica juiciosa y proyección elegante, aliados con fervor y democracia a los músicos. Todos desplegaron sus talentos de manera digna y debida sin que tuviera que reinar algún divo, como a veces sucede.
Desde el principio, el conjunto declaró su estética con “De Columpio”, al ritmo de un vaivén que empujaba cuerdas y cante, con toques de cajón, para darle impulso al baile. Vestidos de verde y gris, Peral y Adame salieron muy formales, reclamando su espacio y dándose vueltas en reconocimiento respetuoso. Eventualmente se lucirían de manera más llamativa, ella con coquetería en los hombros, y él al abrir los brazos y erguirse en pos de cautivar. Ambos ejercitando los pies para seguir con claridad sónica y visual los dictados del romance.
Si la sincronización de equipo predominó primero, pronto despuntaron perfiles individuales. El zapateado de Peral, acompañado por la guitarra de Almarcha, que parecía conjurar al bailaor, trajo la imagen de un apuesto jinete al “Estampío”. Aquí sus gestos vigorosos y el clamor de su calzado, desde el tacón hasta la punta del pie, reveló una misión viril al atravesar las cascadas de acordes del guitarrista y los tonos de la percusión de Pacheco.
Adame tomó las riendas, con bata de cola, en las alegrías de “Salitre”. Su trabajo, aunque más serio que saleroso, encontró gozo al entregarse a la rapidez del taconeo y a los gestos expansivos. Recogiendo y soltando los vuelos de la cola, ella se mostró pensativa en la búsqueda de las posiciones. Y en los serpenteos de sus manos reflejó su inquietud hasta permitirse juguetear una sonrisa en los labios.
Otros pasajes de conjunto ofrecieron momentos cumbres para los músicos y dejaron que los bailaores salieran de nuevo como pareja, vestidos de rojo y negro, para elevar el ardor, resultando notable la variedad de repiques que Pacheco sacó de sus instrumentos y el encuentro emotivo de los cantaores.
José del Calli puso dulzura en la voz pero Trini de la Isla hizo arte de sus quejas, con notas agudas por aquí y roncas por allá. Ese juego de júbilo y lamento, también presente en el baile, es algo que le presta un vigor fundamental al flamenco.
“Raíz de 4” llegó a un punto culminante en la soleá de Peral, que en traje sobrio se movió a través del escenario explorando claves como si buscara inspiración aun bajo el peso de largas madrugadas. Y al hacerlo, fijaba sus poses para girar sobre un pie o abrir fuego al zapatear hasta que al fin, cara al público e intenso en su desenfado, soltó las ansias del alma con porte firme y truenos en los pasos.
Las bulerías del cierre, como la mayor parte de este espectáculo, se mantuvieron con gusto dentro de lo cuidadoso y correcto. Quizá haya quien pida más chispas y estruendo. Sin embargo, “Raíz de 4” comprueba de manera sostenida lo tanto que vale un temple bien medido y placentero.