LAS GALAS DEL XV FESTIVAL DE FLAMENCO DE MIAMI

Los bailarines del Ballet Nacional de España en “Tributo a Mario Maya: De lo Flamenco”, con coreografías de Mario Maya, Milagros Menjibar, A. Rueda “Toná”, Rafaela Carrasco, Isabel Bayón y Manuel Marín. Fotografía: Daniel Azoulay (cortesía del Arsht Center).

El XV Flamenco Festival Miami, que se llevó a cabo en el Adrienne Arsht Center for the Performing Arts of Miami-Dade County, abrió sus puertas el viernes primero de marzo en el Ziff Opera House (2,400 asientos) con un programa espectacular a cargo del Ballet Nacional de España que se repitió durante el fin de semana y cerró el jueves 14 con una espléndida gala de estrellas en el Knight Concert Hall (2,200 asientos). 

Este año, el festival estuvo dedicado al legado del extraordinario guitarrista y compositor Paco De Lucía (1947-2014), y para celebrar su conexión con la música y el baile flamenco, se programaron también en el Carnival Studio Theater del Arsht (con una capacidad flexible que alcanza los 250 asientos) cuatro encuentros -históricos y quizás irrepetibles- entre un reconocido guitarrista y un bailaor o bailaora de renombre: Antonio Rey acompañado por Irene Lozano “La Chiqui”, Alejandro Hurtado e Inmaculada Salomón, Rycardo Moreno con José Maya y, como colofón, José del Tomate y Karime Amaya.

En resumen, fueron 60 artistas (19 músicos, 41 bailarines) y 8 funciones en tres sedes diferentes, con la posibilidad de acoger hasta 10,400 espectadores.

Los bailarines del Ballet Nacional de España en “Invocación Bolera”, coreografía de Rubén Olmo. Fotografía: Daniel Azoulay (cortesía del Arsht Center).

Pero son las grandes galas las que definen al festival de flamenco y, en esta ocasión, estas fueron demostraciones irrefutables de la pericia creativa de dos grandes artistas: Rubén Olmo y Manuel Liñán. El primero, como director artístico del ballet Nacional de España, coreógrafo y curador del programa “Invocación” y el segundo, como director artístico, coreógrafo y máxima atracción del concierto “Stars of Flamenco”.

En su novela de viaje «De París a Cádiz» (publicada en 1847 y compuesta por 44 cartas dirigidas a una mujer), el famoso novelista y dramaturgo francés Alejandro Dumas (1802-1870), confiesa “me estoy volviendo un apasionado de la danza” al hablar de los bailes que presencia durante su visita a España y califica a las danzas españolas como “poemas enteros, representados no sólo con las piernas, sino con los ojos, los labios, las manos, con todo el cuerpo”.

No hay una mejor manera de expresar la impresión que deja “Invocación” en el espectador nacido fuera de España.  “Invocación” es un espectáculo formidable, pero es también una introducción y un recordatorio. Una introducción a la riqueza de la danza española y un recordatorio de que no todo lo que se baila en España es flamenco. 

Lo que a primera vista parece ser un mensaje sublimal incongruente, considerando que este es un evento “de flamenco”, es en realidad una manera de mostrar al baile flamenco en igualdad de condiciones junto con otras expresiones de la danza española. 

Inmaculada Salomón en “Jauleña”, coreografía de Rubén Olmo. Fotografía: Daniel Azoulay (cortesía del Arsht Center).

El primer estilo “invocado” fue el de la escuela bolera, con una obra de grupo del propio Olmo que, como todo poema -para darle la razón a Alejandro Dumas- es una descripción altamente subjetiva. En este caso, utilizando términos coreográficos para recrear la esencia de una manera de hacer que surgió en el siglo dieciocho fuertemente influenciada por el ballet académico.

“Invocación Bolera” -de ahí el título del programa- desconcierta un poco al inicio, pero consigue después transportar al espectador a un mundo habitado por elegantes bailarines de otra época, que las luces de Ginés Caballero y Felipe Ramos y el vestuario exquisito de Pedro Moreno los hace parecer “muñecas de moda” semi olvidadas en el ático de un viejo teatro. Muñecas que cobran vida -a la manera de los habitantes nocturnos de la tienda por departamentos del “Evening Primrose” de Stephen Sondheim- al escuchar la música de Manuel Busto que quizás proviene de un gramófono ubicado en una habitación colindante.

Débora Martínez y Matías López en “Eterna Iberia”, de Antonio Najarro. Fotografía: Daniel Azoulay (cortesía del Arsht Center).

A continuación se presentó un solo (“Jauleña”), también con música de Busto y coreografía de Olmo, interpretado con autoridad inquietante por Inmaculada Salomón. Seguido por “Eterna Iberia”, una estilizada obra de grupo de Antonio Najarro en cinco movimientos (Burlesca, Farruca, Danza Festiva, El Amor Doliente de Ronda y Danza con Brío) con música de Manuel Moreno-Buendía. 

En la segunda parte del programa, “Tributo a Mario Maya: De lo Flamenco”, con música en vivo, sorprendió de manera inmediata por ser una entrega llena de color -y no solo en el vestuario- que desbordó los límites de la aprobación entusiasta por parte del público para convertirse en una celebración compartida.

Y como si todo lo anterior no hubiera sido suficiente, el Ballet Nacional de España decidió no abandonar la escena con el acostumbrado “fin de fiesta” por ”bulerías” y en su lugar, interrumpió la eufórica ovación de pie que estaba recibiendo para ofrecer una majestuosa coda coreografiada de unos tres minutos de duración que el público presenció de pie hasta el mismísimo instante en que el telón concluyó su descenso. 

Los artistas participantes en la Gala “Stars of Flamenco”. Al frente, de izquierda a derecha, Manuel Liñán, El Yiyo, Paula Comitre y Alfonso Losa.  Fotografía: Daniel Azoulay (cortesía del Arsht Center).

Todavía intacto en la memoria el cierre de la gala de apertura, regresamos al Arsht Center trece días después para disfrutar de la gala de clausura.

Completamente diferente en dimensión y formato, el concierto titulado “Stars of Flamenco” resultó ser una experiencia a la altura de las expectativas con un par de momentos especialmente memorables.

Alfredo Losa en “Farruca”. Fotografía: Daniel Azoulay (cortesía del Arsht Center).

Cada uno de los participantes (El Yiyo, Paula Comitre, Manuel Liñán y Alfredo Losa) tuvo su oportunidad de lucimiento de manera individual, en las escenas grupales y en los hermosos momentos de transición que garantizaron la fluidez de toda la entrega, acompañados por la presencia y la voz formidable de Sandra Carrasco, el cante poderoso de Antonio Campos y David Carpio, la percusión de Kike Terron y las guitarras de Francisco Vinuesa y Javier Ibañez. 

En ese contexto, El Yiyo con “Alegrías” y Paula Comitre con “Guajira” se proyectaron como talentos muy prometedores.  Por su parte, Liñán y Losa reafirmaron su categoría como bailaores con dominio absoluto de sus posibilidades expresivas. 

Manuel Liñán en “Soleá”. Fotografía: Daniel Azoulay (cortesía del Arsht Center).

Definitivamente, la impresionante Farruca de Losa y la Soleá apasionada de Liñán -bata de cola incluida- fueron los hitos interpretativos de esta XV edición, que transitó de la grandeza del Ballet Nacional de España a la incommensurable maestría de estos dos gigantes del baile flamenco, con la autoridad deslumbrante que es su distintivo de calidad. 

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