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“¿GUARACHAMOS O NO GUARACHAMOS?” EL REINO DE LUIS BOFILL EN LA VIDA NOCTURNA DE MIAMI
“¿Guarachamos o no guarachamos?”, pregunta siempre Luis Bofill. Para los que respondan que sí este fin de semana, la cita es en Neme Gastro Bar, en el 1252 de Coral Way, a las 9:30 pm, sin costo de entrada. Fotografía: Anaely Delgado (cortesía de Luis Bofill Music, Inc.)
Hace ya más de 20 años que salir a buscar música en vivo una noche de fin de semana en Miami empieza, para muchos, con una pregunta: “¿Dónde está cantando Luis Bofill hoy?”
Todo porque en el tuétano de la vida nocturna local ha estado sonando durante las últimas dos décadas una pregunta, que Bofill le hace a su público y a todo el que quiera oírlo: “¿Guarachamos o no guarachamos?”
La respuesta este próximo fin de semana es Neme Gastro Bar, casi en la esquina donde Coral Way está a punto de doblar hacia los Roads. Allí se le puede ver dos veces al mes. El otro espacio donde también canta regularmente es un club privado en la azotea del restaurante Fiola Miami, de Coral Gables.
QUERÍA SER PELOTERO, PERO GANÓ LA MÚSICA
“De muchacho yo cantaba por ahí para divertirme y eso, y cuando llegué al Instituto Pedagógico me encontré con un grupo que se llamaba Cuba Nueva, que hacía música tradicional cubana”, relata Bofill. “Con ellos empecé a cantar ‘semi en serio’ y hasta fuimos a un festival nacional de aficionados. Tenía yo 18 o 19 años, y en esa época estaba el programa de televisión ‘Todo el mundo canta’. Recuerdo que en 1981 fui y me presenté, sin muchas esperanzas”. Y lo ganó.
Sin embargo, de niño lo que de verdad quería era ser pelotero, “pero siempre se me tronchó porque era muy malo en la pelota”, confiesa. A los 12 o 13 años se puso a tocar batería, y un baterista que vivía en su barrio le aseguró que tenía condiciones y se ofreció para darle clases.
“La primera lección fue leer un pentagrama, y le dije que no”, recuerda Bofill. “Vi palitos y bolitas ahí y le dije no, no, no. ‘Pero tienes que aprender’, insistió él, y yo que no. No había grabadora ni nada de eso, eran los papeles y un dedito en el piano tin, tin, tin, a sacar las notas… Ahí perdí una tremenda oportunidad de haber aprendido música temprano”.
Luego no le quedó más remedio que estudiar teoría y solfeo a los 28 o 29 años, mientras estaba trabajando en Varadero. Para ir a las clases debía recorrer cien kilómetros de ida y cien de vuelta dos veces a la semana.
“Porque aprender música temprano es como aprender a leer: después tropiezas con un libro y te lo devoras”, comenta. “La música es matemática pura: tienes que contar, y leer a qué altura están las notas, y conocer el sonido de las notas, muchas cosas a la vez. La música no es tan jamón como la gente piensa”.
Habla de cómo la formación académica en Cuba se hacía con música clásica y de la necesidad de impartir clases de música cubana propiamente, “porque tenemos una cultura musical muy rica”, subraya. Afortunadamente, dice, alguien se dio cuenta de que debía ser así y cuando él estudió le dieron teoría de la clave, “porque en la música todo se escribe, nada se queda en el aire, y me enseñaron lo que era un danzón, un chachachá, un mambo”.
Además, en Cuba, naces y te crías oyendo constantemente música cubana, añade; “no naciste ni te criaste en Austria o en Polonia, ni en Alemania, y eso se te cuela en el chip, lo tienes ahí”.
A Alemania precisamente se fue Bofill en junio de 1991. Un cubano que tenía un pequeño grupo de latin jazz le dijo que fuera a verlos, “voy pa’llá y canto algunas cositas ahí con ellos”, relata, y el timbalero de ese grupo a su vez tenía por otro lado una orquesta que se llamaba Salsamanía.
“Me dice: ‘¿por qué no vienes a cantar con nosotros en la orquesta?’, y ahí es que me dieron los papeles”, cuenta, refiriéndose a la legalización de su estatus. “Excepto el trompetista, que era americano, todos eran alemanes, y el bajista hablaba español muy bien. Estuve con ellos hasta 1994, pero también cantaba con otro grupo, Color Latino, que tenía un solo alemán y era el que tocaba las tumbadoras”.
Asegura que dos o tres de las horas más importantes de su vida fueron las que pudo compartir precisamente en Berlín con Mario Bauzá, el compositor, arreglista, saxofonista y trompetista cubano radicado en Nueva York desde 1930 hasta su muerte en 1993 y a quien muchos consideran el padre del afrocuban jazz. Bauzá había sido invitado a visitar la ciudad y fue a un club a verlo cantar con la orquesta Salsamanía.
“Todos eran rubitos tocando timba, y me dice Mario: ‘Negro, ¿pero qué tú has hecho con estos muchachos? No, no, vamos pa’ Nueva York, que aquí tú no vas a hacer nada’. Estuvimos dos o tres horas descargando, hablamos incluso de una gira en Estados Unidos, él regresó a Nueva York, y poco después, cuando lo llamo, me dicen que había fallecido”.
Mario Bauzá era un tipo con mucha visión, y ejerció influencia en incontables músicos, comenta Bofill.
“Imagínate que Dixie Gillespie se refería a él como ‘mi padrino’, y Tito Puente aseguraba que se lo debía todo a Mario Bauzá”, cuenta. “A Chucho Valdés lo llamaba ‘Bebito’, claro, hijo de Bebo, y cuando vio a Irakere dijo: ‘Yo no sabía que la música cubana podía hacerse así, tan grande’, porque él dirigía jazz bands y todo, pero Irakere sonaba como un volcán”.
LA LLEGADA A MIAMI
En diciembre de 1994 Bofill vino a Miami, la ciudad donde tenía muchos amigos de la infancia que no eran precisamente músicos.
“Gente trabajadora, y me fui a vivir con ellos un tiempo hasta que pude levantarme, pero en el ínterin trabajé de techero, puse cercas”, recuerda. “En Alemania había sido igual: cuidé gatos, fui bouncer en conciertos y cargaba equipos de audio, fregué platos y cociné en un café… hice de todo”.
A Miami venía de vacaciones con la idea de esperar a marzo para que pasara el invierno en Alemania y regresar a Berlín. “Y resultó ser”, dice ahora, “que llevo 28 años de vacaciones”.
Empezó a encontrar amigos que sí eran músicos y estuvo haciendo coros en el hoy desaparecido Club Miami Concorde. En 1995 supo que iban a abrir en la Calle Ocho el Café Nostalgia, fue a buscar trabajo allí y al llegar encontró al periodista Juan Manuel Cao, a quien había conocido en Berlín. “El es tremendo cantante”, cuenta que le dijo Cao al dueño del club, Pepe Horta. Este lo puso a prueba: “Si de verdad cantas, te quedas”. Bofill cantó en presencia de Horta y de Omar Hernández, líder de la banda del Café, “y Omar dijo sí, sí, que se quede”.
El Nostalgia fue la consagración de Bofill en Miami. Como parte de esa banda grabó los discos “Café Nostalgia Live” y “Te di la vida Entera”, a los que siguieron más tarde “Costumbres” (2005), “Made In Havana” (2012) y “Arsenio Essential” (2017), con composiciones de otro inmortal de la música cubana, Arsenio Rodríguez. Ha colaborado en numerosos proyectos de otros intérpretes, desde Julio Iglesias hasta Boris Larramendi y David Torrens.
“Después del Nostalgia me dije: ‘ya yo soy yo’, y ahí empezó Luis Bofill y su grupo o su orquesta o su banda, lo que fuera”, cuenta, y reconoce que si algo lo ha marcado en estos últimos años es haber hecho aquel disco dedicado a Arsenio Rodríguez.
“Aprendí mucho; fue Arsenio quien me enseñó qué es de verdad la música cubana”, reconoce Bofill. “Antes de él se usaban bongós y campanitas, pero es Arsenio el que introduce las tumbadoras, y el tres. Los conjuntos nada más tenían una trompeta, y puso dos. Influyó notablemente en la música cubana moderna; los tumbaos que oyes decir por ahí que eran originales de este o aquel, ya Arsenio los había hecho y hasta les había pasado por arriba. Arsenio es el parteaguas de la música cubana: antes de Arsenio Rodríguez y después de Arsenio Rodríguez”.
De hecho, su próximo proyecto, que debe lanzar antes de fin de año, está inspirado en Arsenio, “y va a ser controversial”, adelanta. Ya lo tiene grabado y masterizado, pero al momento de esta conversación, explicó Bofill, faltaba darle los toques finales al video. “No quiero dar muchos detalles, va a ser una sorpresa”, dice. “Y quiero grabar boleros con Pavel Urkiza, porque lo que a mí me mata son los boleros, y el filin. Quiero que la gente se siente a escuchar música, como antes”.
Luis Bofill y su cuarteto este sábado 10 de diciembre, 9:30 pm, en Neme Gastro Bar, 1252 SW 22nd St., Miami, FL 33145. Entrada gratis/no cover charge. (305) 345-9868.
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