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El “Cascanueces” de Miami City Ballet: una superproducción interpretada con ternura

Written By Orlando Taquechel
December 17, 2019 at 7:11 PM

Foto: Jennifer Lauren y Renan Cerdeiro como el Hada de Azúcar y su Caballero en “Cascanueces”. Fotografía: Alexander Iziliaev (cortesía)

 

La producción reinventada por el Miami City Ballet (MCB) del “Cascanueces” de George Balanchine regresa a escena de manera triunfal pero convertida en una rareza. Esta es una superproducción interpretada con ternura.

Los grandes espectáculos son maquinarias con vida propia concebidas para apantallar y es una sorpresa muy agradable ver como el afecto de los intérpretes de MCB parece haber domado este montaje espectacular de elevado presupuesto y lo ha transformado en una experiencia muy agradable que permanece en la memoria no por su ostentación sino por tomarse su tiempo para decir lo que quiere decir.

Cuando hablamos de un “Cascanueces” reinventado estamos haciendo referencia al makeover que este montaje – un clásico favorito del público que la compañía que dirige Lourdes López tiene en su repertorio desde 1990 – recibió en 2017 gracias al vestuario de Isabel Toledo, la escenografía de Rubén Toledo, las luces de James Ingalls y las proyecciones de video de Wendall Harrington.

La diseñadora cubanoamericana Isabel Toledo falleció el pasado mes de agosto y esta temporada está dedicada a su memoria.

Los cambios en la apariencia de “Cascanueces” siguen siendo bienvenidos pero lo que llamó la atención en la función de inicio de temporada que hoy reseñamos fue otra cosa. Lo que hizo memorable la noche del viernes pasado en el Arsht Center de Miami fue el esmero evidenciado por todos y cada uno de los artistas participantes en la apropiación de los momentos que enlazan a este “Cascanueces” con la historia del ballet y de la propia compañía.

Tomemos por ejemplo el solo Candy Cane del segundo acto.

Balanchine (1904-1983) bailó los roles de ratón, Principito y Rey Ratón cuando era niño. Entre 1921 y 1924, ya como cuerpo de baile del Ballet Mariinski de San Petersburgo, se destacó como el bufón del segundo acto, ejecutando una coreografía que en 1954 acabaría incorporando a su propia versión del clásico, cambiándole el nombre a Candy Cane.

El baile original fue una creación de Alexander Shiryaev (1867-1941), un famoso bailarín de carácter del Mariinski. En su artículo “Ghosts of ‘Nutcracker’ Past, Preserved on Film” publicado en The New York Times en diciembre de 2018, Marina Harss afirma que en la Rusia de fines del siglo XIX era algo frecuente que bailarines especializados crearan sus propios números en las grandes producciones.

Kleber Rebello como el solista de Candy Canes en el segundo acto de “Cascanueces”. Fotografía: Alexander Iziliaev (cortesía)

Harss plantea igualmente que Ivanov “dejó que Shiryaev hiciera su propio Trepak, o danza ucraniana, llena de saltos en los que las piernas aplauden en el aire” y concluye que Balanchine “probablemente lo aprendió de Shiryaev”.

Candy Canes es uno de los divertimentos más esperados de “Cascanueces” y sin pretender recurrir a la teoría de los seis grados de separación no hay que olvidar que el interés por el “Cascanueces” de Balanchine se extendió por todo Estados Unidos cuando fue trasmitido por televisión en 1957, época en la que el mejor intérprete Candy Cane era Edward Villella, fundador del Miami City Ballet en 1985. Tal y como lo es Kleber Rebello hoy en día.

El “Cascanueces” de Balanchine está lleno de sofisticadas referencias, pero usted no tiene que ser un estudioso del ballet para poder disfrutar del show porque la historia – que parte de un cuento del alemán E.T.A. Hoffman – es conocida por todos, la música de Tchaikovsky también y ambas cosas le dan a “Cascanueces” una familiaridad que se agradece.

Como también se agradece que la música sea interpretada en vivo en las funciones de MCB y que la conducción de la orquesta Opus One esté a cargo del experimentado Gary Sheldon.

Otro aspecto a favor de este montaje es que los efectos especiales no trastornan las acciones dramáticas durante la fiesta de Nochebuena en casa de los Stahlbaum o dificultan la escenificación de la batalla contra los ratones y nunca compiten con la ejecución del vals de los copos de nieve del primer acto.

Tal vez el “Cascanueces” original no haya sido un éxito en 1892 pero hay un truco de la puesta en escena de Lev Ivanov que en 2019 sigue provocando expresiones de admiración por parte del público: el deslizamiento del Hada de Azúcar casi al final del adagio del pas de deux ubicado en el segundo acto. En su estreno, la bailarina italiana Antoninetta Dell’Era se colocaba sobre una pequeña plataforma oculta que se movía a lo largo de un riel y era arrastrada por su partenaire, el ruso Pavel Gerdt.

Los estudiantes de la Miami City Ballet School en “Cascanueces”. Fotografía: Alexander Iziliaev (cortesía)

Sin embargo, el elemento definitorio de toda representación de “Cascanueces” son los niños. En los créditos se nombra a Sandra Jennings como responsable del montaje con los pequeños, que provienen de la escuela del MCB y obtuvieron sus papeles a través de audiciones. El resultado de su trabajo es excelente.

Todos ellos se comportan de manera muy profesional, pero en los papeles protagónicos se destacan Mia Zaffaroni como Marie y Dominick Scherer como el sobrino de Herr Drosselmeier que es después Cascanueces y luego Principito. Sin olvidar al carismático Dev Jones en el rol del travieso Fritz, que con solo 7 años de edad ya sabe cómo crear un personaje y robarse una escena.

Para ser justos, debemos también reconocer el magnífico desempeño actoral de Rainer Krenstetter y Tricia Albertson, dos de las primeras figuras de la compañía, como el matrimonio Stahlbaulm. La autoridad de Didier Bramaz – ahora Artista Invitado – interpretando a Herr Drosselmeier merece una mención aparte.

Por último, hay que reconocer el desempeño entrañable de Jennifer Lauren y Renan Cerdeiro como el Hada de Azúcar y su Caballero, de Shimon Ito en la danza china (Té), Jordan-Elizabeth Long en la danza árabe (Café), de Bradley Dunlap como la coqueta Madre Jenjibre y Ashley Knox como Gota de Rocío.

Definitivamente, comunicar el afecto que se tiene por el material que se interpreta es un acto de entrega que los bailarines de MCB asumen con irreprochable delicadeza y es por eso que son premiados al final con una cálida ovación de pie.

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