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BalletX debutó en Miami con un programa lleno de energía y orientado al futuro

Written By Sean Erwin
April 10, 2024 at 5:01 PM

 

Itzkan Barbosa y Peter Weil, bailarines de BalletX, en “Exalt”, coreografía de Jennifer Archibald.  Fotografía: Whitney Browne (cortesía).

La compañía BalletX, con sede en Filadelfia, se presentó el sábado 6 de abril, en el Dennis C. Moss Center, con un programa orientado al futuro integrado por cuatro obras creadas en los últimos tres años por coreógrafos noveles y consagrados con diferentes visiones de las relaciones y la comunidad.

El programa abrió con “Umoja: Anthem of Unity” (en español, “Umoja: Himno de Unidad”), “umoja” significa “unidad” en suajili, una lengua que se habla en Tanzania, Kenia y otras zonas de Africa.  Esta coreografía concebida por la bailarina del New York City Ballet, Tiler Peck, habla de la renovada experiencia de conexión que muchos experimentaron tras la pandemia. Estrenada por BalletX en 2022, es la adaptación a la danza de la versión orquestal ampliada de la obra homónima encargada en 2019 por la Philadelphia Orchestra a la compositora afroamericana Valerie Coleman.

Skyler Lubin y Jared Kelly en “Umoja”, coreografía de Tiler Peck.  Fotografía: Arian Molina Soca (cortesía).

La iluminación de Michael Korsch y el vestuario de Martha Chamberlain favorecieron los elegantes tonos negro y azul oscuro, con hombres vestidos con camisas y pantalones holgados y mujeres con vestidos hasta la pantorrilla.  “Umoja” comenzó con los bailarines rodeando a otro grupo en el centro antes de desplegarse en una serie de elegantes duetos neoclásicos y pasajes en grupo.

En una encantadora secuencia, las cinco mujeres -Savannah Green, Francesca Forcella, Lanie Jackson, Skyler Lubin y Ashley Simpson- interpretaron un extenso pasaje de cuerdas con movimientos amplios de brazos y medios giros que terminaron con elevaciones en pareja con Ben Schwarz y Eli Alford.  Por su parte, los cinco hombres -Alford, Schwarz, Jared Kelly, Jerard Palazo y Peter Weil- respondieron con secuencias de ritmo más rápido marcadas por saltos atléticos. La música y las secuencias resultaron repetitivas y el manejo del espacio se hizo problemático cuando los diez bailarines aparecían en escena.

Skyler Lubin en “Umoja”, coreografía de Tiler Peck.  Fotografía: Arian Molina Soca (cortesía).

A continuación se presentó “Become a Mountain” (“Conviértete en montaña”), creada originalmente para la promoción de 2022 de Julliard por el coreógrafo residente del New York City Ballet, Justin Peck (sin relación con Tiler Peck).  El vestuario de Benjamin Burton incluye zapatillas blancas y ropa de calle. Los bailarines Jared Green y Ben Schwarz visten faldas largas.  La iluminación, diseñada por Nicole Pearce, fue espectacular, con un juego de luces que cubría la pared desnuda del fondo del teatro.

“Become a Mountain” comenzó con Ashley Simpson, nativa de West Palm Beach, girando y moviendo los brazos mientras enviaba una onda a través del pecho y los hombros al ritmo de los tímidos riffs iniciales de “Become a Mountain Suites I-IV” del compositor, Dan Deacon. Los otros once bailarines se fueron uniendo a ella a medida que la música ganaba fuerza.

rancesca Forcella en “Become a Mountain”, coreografía de Justin Peck. Fotografía: Vikki Sloviter (cortesía).

Los que ya conocen obras anteriores de Peck como “Heatscape” o “Murder Ballades” de seguro reconocieron en “Become a Mountain” la familiaridad en sus secuencias. Los intérpretes se paseaban casualmente, sostenían una posición de yoga o extendían repetidamente los brazos hacia delante como si lanzaran una bola de boliche, para luego realizar giros y saltos cargados de cafeína mientras brazos y manos golpeaban el aire.

Cuando el conjunto de luces floreció al son del inquietante estribillo de Deacon, “I’m still hungry for a future”, los intérpretes aceleraron el ritmo antes de que la obra se cerrara en silencio con Simpson, Forcella y Jonathan Montepara en una línea que trabajaba secuencias al ritmo de un piano mientras el escenario se oscurecía.

Eli Alford en “Become a Mountain”, coreografía de Justin Peck. Fotografía: Vikki Sloviter (cortesía).

En una velada de obras llenas de significado, “Honey” (que aquí no es “miel’ sino “cariño”), con coreografía de Jamar Roberts, se llevó la palma.   El tema del amor no es ajeno a la danza, pero “Honey” captó sus complejidades presentando a tres parejas en tres tipos de amor.

El vestuario de Mark Eric y el diseño de iluminación de Michael Korsch fueron minimalistas, enmarcando a los intérpretes con un único foco en un escenario oscuro. Tanto los hombres como las mujeres vestían camisa negra y pantalones largos o cortos.  Los tres dúos fueron acompañados por magníficos solos de piano del pianista y compositor de jazz afroamericano Don Shirley, como “How Deep is the Ocean”, “I Cried for You”, “Don’t Worry ‘Bout Me” y “This Was Nearly Mine”.

Itzkan Barbosa, ex bailarina del Miami City Ballet, y Eli Alford representaron la experiencia de un amor juvenil enredado en un pas de deux que pasó de combativo a tierno en un abrir y cerrar de ojos.  En una secuencia memorable, los dos huyeron en direcciones opuestas por el escenario para volver a abrazarse desesperadamente.

Ashley Simpson y Jared Kelly resultaron ser una sorpresa y estuvieron magistrales en una danza de dominio y evasión que comenzó con Green levantando a la bailarina sentada a la altura del pecho mientras Simpson miraba al público y sonreía.  A medida que la obra se desarrollaba, Simpson demostró tener la sartén por el mango: en un momento dado golpeó a Green hasta que se acobardó e incluso terminó una secuencia sujetándole el pie.  La obra concluyó cuando Green la apartó físicamente y se marchó.

Francesca Forcella y Jerard Palazo en “Honey”, coreografía de Jamar Roberts.  Fotografía: Whitney Browne (cortesía).

Por su parte, Francesca Forcella y Jerard Palazo cerraron “Honey” con una brillante interpretación de una pareja en una deliberada y estudiada relación.  Ambos rezumaban conciencia cuando acompasaban el movimiento de sus brazos y el estiramiento de una pierna o integraban los movimientos de la parte superior de sus cuerpos como si fueran diferentes partes del mismo reloj.

“Honey” terminó cuando los dos se dirigieron hacia el fondo del escenario y Palazo cayó de rodillas y luego se estiró boca abajo en el suelo mientras Forcella bailaba sola.  Cuando “This Was Nearly Mine” de Shirley llegó a su fin, la secuencia sirvió como recordatorio de que, a pesar de todas las alegrías de la relación, ciertas realidades humanas se viven en solitario.

La función cerró con “Exalt” (“Exaltar”) de Jennifer Archibald, un trabajo que fusiona el ballet neoclásico con la Dance House.  La música abarcó desde un canto de meditación inicial hasta mezclas tecno con graves intensos a cargo de Muyé, Jonathan Kaspar, Uthando, Prince Kaybee y otros.  El vestuario, obra de Olivia Mason, incluía kilts de cuero para los hombres y corpiños de cuero para las mujeres.

Si “Become a Mountain” de Peck trata de la danza que se filtra bajo la vida cotidiana, “Exalt” golpeó con un martillo la división que separa los géneros de la danza.  Imagínese estar en un club a las 2 de la madrugada, con la gente arrastrando los pies y bailando al ritmo de una canción, cuando alguien hace una apretada serie de piruetas antes de volver a bailar como los demás.  Eso era “Exalt” cuando funcionaba.

Jared Kelly en “Exalt”, coreografía de Jennifer Archibald.  Fotografía: Whiteney Browne (cortesía).

Los hombres acapararon la atención con secuencias de estilo club antes de rematarlas con una espectacular serie de giros y volteretas.  Lamentablemente, las mujeres, con zapatillas de punta, realizaron secuencias casi exclusivamente balletísticas, que no encajaban bien con la música ni con la iluminación underground de Brandon Stirling Baker.

De todas formas, BalletX asombró con la energía que aportó a su primer programa en Miami, y la noche concluyó con el teatro en pie y el público con ganas de seguir disfrutándolos.

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